Con motivo de este nuevo lanzamiento hablamos con la artista, natural de La Palma, unos orígenes que le ayudaron a componer El borde del mundo, tema que le sirvió la nominación al Goya este 2025. Y es que aunque no se llevó el ‘cabezón’ a casa esa noche, sí lo hizo una enorme gratitud y las ganas de seguir creciendo. «Los premios te pueden desconectar de lo que realmente importa», nos revela.
Y lo que realmente importa para Valeria Castro es tratar, aunque sea mínimamente, de lograr un mundo mejor a través de la música y las canciones. Seguir creando para no solo sanar sus propias luchas, sino tratar de acompañar con ello las luchas y las soledades de aquellos que la escuchan. Y es que lo que sufre ‘el cuerpo después de todo’, uno lo afronta mejor en compañía, bien sea esta la de una persona o la de la música.
Pregunta: ‘El cuerpo después de todo’, tu nuevo disco, ya es de todos. ¿Cómo se puede resumir años y meses de trabajo en una frase?
Valeria Castro: En una frase no sé si la puedo definir porque no hay definición para cómo queda el cuerpo después de todo, todavía no la tengo y no creo que la consiga. Pero sí creo que hay una palabra que defina este disco, que es visceral. Ha sido un ejercicio frente a todo lo que ha ido pasando en mi vida, que ha sido precioso. Tampoco he dejado de ser un ser humano cualquiera al que le abruman todas estas cosas. Entonces he intentado de manera muy visceral traducir lo más humano de estas sensaciones para darles un foco, que el foco a veces está en lo bonito, y quizás también lo incómodo tiene que tener su hueco para que nos parezca más habitable, que es saber que no nos tenemos que esconder, sino que poner esos sentimientos tan puros en el mapa van a ayudar a que si hiciesen daño, que no lo hagan.
P: ¿Es un disco de amor propio?
V: Tiene un poco de todo. Yo creo que el amor propio es un tema que voy trabajando en terapia y en la vida misma. En este disco está muy presente, evidentemente, pero de una manera a lo mejor más incómoda, reconociendo cómo no es a veces viable tenerlo presente para tratar de buscarlo así. Reconocer que hay momentos de vulnerabilidad en los que no nos vamos a ver bien, en los que no nos vamos a querer, porque es una realidad y también un constructo social en el que te vas aprendiendo y asumiendo. De esa manera yo creo que se puede también intentar sanar. Entonces, está ese ejercicio de generar el amor propio, pero reconociendo que la vulnerabilidad va a ir por delante y hay que abrazarla y saber que no va a ser todo de la belleza que nos gustaría que fuera el mundo y lo amable que nos gustaría que fuera este.
P: De hecho, hay frases que las llevas por bandera, literalmente, porque las has colgado del balcón. «Tiene que ser más fácil el quererse, no puede el cuerpo ser tan cruel al verse«. ¿Somos a veces nuestros propios enemigos?
V: Totalmente. Bueno, yo hablo desde el prisma femenino, que me toca más de cerca y lo analizo más por ser propio. Y creo que hay mucho de eso, de algo que nos han ido contando, con lo que nos han ido bombardeando, de que si no cabemos en en estándares, pues probablemente haya una guerra fría más grande que es la propia, la que traes contigo misma, con la que convives las 24 horas del día. Que eso también puede ser algo que genere que tu interacción luego con el mundo sea menos concentrada. Estás tan en tu guerra, en tus propios prejuicios complejos, que va a ser difícil que puedas mirar el mundo con la conciencia con la que querrías. Entonces, para mí este mantra, que pongo esa bandera, es asumir esa crueldad primero. Es decir, vamos a ser conscientes de que tenemos algo aquí metido en la cabeza que nos dice que cuando nos miremos en el espejo, seguramente no vaya a ser la mirada la más bonita. Entonces, pues repetirme eso, que tiene que ser más fácil. No sé cómo. La cosa es que no hay una solución, pero empezar a contártelo es el inicio de empezar a curarlo.
P: ¿Qué es lo que te gustaría que pensara la gente al escuchar el disco?
P: ‘Desnudar’ los sentimientos puede ser hasta terapéutico, pero también hay algo que parece que es un hecho, y es que cuanto más muestras de ti, más vulnerable puedes ser ante los demás. ¿No has sentido ese pudor de quizá estar mostrándote demasiado?
V: En este disco he empezado a sentir eso. No sé si tiene que ver tanto con el crecimiento, porque yo siento que el mío es paulatino, pero es verdad que venía de un disco que también decía cositas desde el amor propio, pero como muy esperanzadoras. Y en este, de repente, siento como que casi le digo a la gente: ‘Consejos vendo, que para mí no tengo’. Pero espero que sepan que me muestro como un ser humano que se está exponiendo a la escucha de sus historias muy personales en pro de hacer sentir algo. Porque todo parte de ahí, de hacer casi una terapia propia.
Yo cuando escribo, por muy vulnerable que me sienta, estoy escribiendo para soltarlo al final, aunque sabes que estás exponiendo algo muy grande tuyo, pero lo hago para que no me quede a mí dentro. Siempre ha sido algo que he tenido muy claro. Escribir canciones a mí me permite que se vacíe algo que no estaba sanando del todo en mí. Entonces, tengo cierto miedo por eso de ‘ahora soy como una máquina de vulnerabilidad para ustedes’. Pero creo que es bonito también, porque a la vez eso te acerca al público, y no tanto como en términos artísticos, de tú y tu público, sino tú y un grupo de gente humana que ha decidido regalarte un tiempo para escucharte.
«Ojalá este disco le llegue a Rosalía y podamos ser amigas»
P: En este disco has trabajado con muchísimos artistas, grandes nombres de la música. Te rodeas siempre muy bien, pero no sé si con este proyecto has tachado algún deseo de la Valeria de los comienzos.
V: Absolutamente. Este disco tiene esta colaboración maravillosa con Silvia Pérez-Cruz. Yo siempre lo he dicho, Silvia ha sido mi referente, creo que lo ha sido para muchas de esta industria. Siempre he visto también cómo Rosalía a veces la cita. Y yo desde los 17 años, la empecé a escuchar y me quedé prendada y enamorada de ella. Y llevaba mucho tiempo queriendo hacer algo con Silvia Pérez Cruz, pero quería hacerlo bien, no quería mandarle cualquier cosa. Y en este disco, me acuerdo que con esta canción, Debe ser, que publicamos hace un mes, la estábamos produciendo en México y tiene este final mariachi. Y mi manager me dijo que le recordaba a un tipo de melodía que hace Silvia Pérez Cruz. Mi cabeza me hizo clic y vi que era el momento de decírselo. Tuve la enorme suerte de que se sumó y de una manera maravillosa. Es una amiga, además. Y eso es muy bonito.
P: Has mencionado también a Rosalía. Ellas son grandes amigas. No sé si tú has tenido el gusto de conocerla.
V: Yo a Rosalía no. Ojalá este disco le llegue de repente y que podamos ser amigas. Yo encantada. No, no, la verdad que me queda un poco lejos todavía.
«Los premios te pueden desconectar de lo que realmente importa»
P: Estuviste el pasado febrero en los Goya como nominada. En tu caso, la música y el cine están muy relacionados. De hecho, tus canciones son también muy visuales. ¿Se compone diferente cuando es para cine?
V: Sí, yo creo que siempre hay diferencias. En el mundo del cine te pones al servicio de un director o directora. Una historia que no es tuya en la que yo siempre trato de encontrar mis similitudes. Y en esta película, ‘El 47’, yo encontré muchas, porque se hablaba de un pueblo olvidado, y yo vengo de una isla bastante olvidada, entonces era fácil identificarse. Pero aún así sabes la responsabilidad que tienes de que no es mi historia propia, es la de otros. Yo en mis discos siento aún que estoy empezando, entonces todavía queda camino. Pero siempre he sido como más personal y he hablado de las historias que me apelan directamente. Creo que es bonito el respiro que te permite la industria cinematográfica de no tener que hablar de tu ego, sino de la historia de otros. Que te permita abrir el prisma para mirar a otros sitios, también te recoloca en la perspectiva del mundo. Incluso siento que todo ese proceso de ‘El 47’, hablando de esa historia y de algo colectivo, me ha ayudado a que ahora este disco, que traía una composición tan personal, también la sepa separar un poco de cara a saber que la gente pueda habitar esas canciones. Y es súper bonito que las habiten desde un prisma que no sea solo mi presencia y mi cabeza pensando todo el rato.
P: Aunque no hubo suerte con la candidatura de Mejor Canción, de alguna manera ganaste por la victoria de la película. Pero, ¿qué se aprende de esas ‘no-victorias’?
V: Se aprende muchísimo más que si se gana. Ganar cosas te eleva a un punto que no es sano. Hay que tener los pies en la tierra, como me dicen mi abuela y mi madre. Cuando de repente no dicen tu nombre y tienes que aplaudir y sonreír, eso de repente es un ‘venga, vamos a seguir’. Eso también te da la amplitud de que puedes seguir luchando por cosas. Como decía Jorge Drexler en alguna de sus canciones, ‘hay que amar la trama más que el desenlace’, y es que las tramas son más bonitas, al final tienen más peso que los propios desenlaces. Además, los premios son cosas de metal que luego tampoco tienen tanto peso. Pero creo que es bonito saber que no eres la mejor para saber que tienes margen de maniobra para seguir aprendiendo, maniobrando y tratar de sacar una mejor versión de mí misma.
P: También tienes la espinita de los Grammy Latino. Si tuvieras que elegir haberte llevado solo uno, el Goya o el Grammy, ¿con cuál te habrías quedado?
V: Guau. Creo que me quedaría con el Grammy Latino porque siempre creo que voy a estar más en la música que en el cine. Si hay que proyectar algo, que sea lo más accesible (en el sentido de que es mi oficio, porque accesibles no lo son). Pero lo que digo, no me gusta mirar mucho a los premios porque creo que te pueden desconectar de lo que realmente importa en la música: estar conectada con la realidad que te rodea, las historias que creas importante contar.
P: Nena Daconte señalaba hace unos días lo que cuesta, económicamente hablando, autoeditar un disco. Tú esto lo has vivido. Me imagino que sí compensa a nivel personal, si no no lo haríais, ¿pero económicamente?