El primer argumento que da Soler en este sentido es que los deberes crean desigualdad, y explica por qué. Los alumnos de familias con mas recursos de tiempo o dinero obtienen más beneficios que los que no tienen ese apoyo y añade una razón más, los deberes amplían la brecha entre alumnos más y menos capacitados y esto va en contra de los principios de igualdad de oportunidades que deberían regir el sistema educativo, explica.
También se refiere al hecho de que hay cada vez más niños que sufren problemas de ansiedad y estrés, en parte motivados por el exceso de tareas académicas, y señala además que para muchas familias los deberes suponen ‘una intromisión en su tiempo personal’. Y es que, según explica, «los deberes terminan restando tiempo para actividades familiares que podrían ser mucho más enriquecedoras y agradables».
Por eso, el psicólogo aboga por un enfoque más racional a la hora de mandarlos y explica que lo mejor sería que se asignaran solo en casos puntuales, siempre que sea realmente necesario y no como una extensión mecánica de la jornada escolar. Y es que señala que «el proceso de aprendizaje debería desarrollarse en el aula, durante el tiempo lectivo», aludiendo a las recomendaciones de la Conselleria de Educación de Valencia desde donde explican que «cualquier deber asignado debería ser una herramienta complementaria y no una sobrecarga que aumente el tiempo escolar».
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