Y precisamente sobre el ‘agotamiento’ que producen algunos modelos de crianza, en concreto uno, habla en una reseña en el New Scientist la periodista Penny Sarchet, donde analiza el libro de Alex Bollen, ‘Motherdom: Breaking free from bad science and good mother myths’, para hablar sobre cómo la mala interpretación de la neurociencia ha generado un modelo de crianza ‘intensiva‘ que agota a los progenitores y a muchas familias.
Sin embargo, según explica Bollen en su libro, detrás de este modelo de crianza no hay ninguna evidencia científica sólida, solo una serie de estudios con metodologías cuestionables y falta de rigor en la mayoría de los casos. La exconsultora también se refiere a cómo la neurociencia se ha utilizado para reforzar el discurso de este tipo de crianza y desmonta teorías tan escuchadas como que la interacción entre madre e hijo puede aumentar el crecimiento del hipocampo de un bebé, o que el estrés en la infancia deja efectos cerebrales irreversibles, entre otros.
Además, la crianza intensiva tiene un gran impacto en las madres, a las que sobrecarga con la idea de que son las responsables de construir el cerebro de sus bebés mediante una atención constante, haciendo que se sientan culpables si no pueden prestarles toda la atención que creen necesaria para ello. En definitiva, es un modelo que refuerza la idea de que es la madre quien debe llevar toda la carga del desarrollo infantil.
Por todo ello, Bollen propone en lugar de este tipo de crianza intensiva, darle al niño un entorno seguro y estimulante, confiando en su capacidad natural para aprender del mismo. No se trata de seguir acumulando normas y presiones sobre los padres, sino de entender que «el desarrollo infantil es un proceso dinámico y flexible, donde el amor y la estabilidad importan más que cualquier estrategia de optimización neurológica», explica Penny Sarchet.
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