Pero lo primero que hace es detenerse en por qué nos puede ocurrir esto. ¿Qué les pasa a aquellos que no saben o no pueden decir que no? Michavila explica que, más allá de terapias psicológicas que nos ayuden a descubrirlo, esto suele ocurrir porque queremos evitar discusiones, o bien para no enfrentarnos a juicios ajenos. Y habla de dos razones más: el hecho de sentirnos culpable al decir no, por pensar que vamos a decepcionar al otro, y que lo hagamos porque los silencios nos abrumen y entonces hablemos más de lo normal.
A su vez, la experta habla de cuatro pautas que pueden sernos de mucha utilidad para decir que no. La primera de ellas tiene que ver con las pausas al hablar o, mejor dicho, antes de hacerlo. Es decir, tomarnos algo de tiempo antes de contestar y respirar un par de veces de manera profunda para poder pensar qué vamos a decir y distanciarnos de lo que sentimos (miedo, culpa, etc…).
Pero no son las únicas pautas a las que se refiere la experta, que habla de otras tres cosas que pueden ayudarnos:
Además, la psicóloga Lohizune Loroño, directora del centro Mi Psicólogo Barakaldo, habla de la importancia de la práctica en este sentido: «Te aconsejo que te pongas frente al espejo e imagines (a esto lo llamamos visualización) la situación. Práctica mucho, tanto tú solo frete al espejo como con la ayuda de alguna otra persona. Del mismo modo, imitar y recordar situaciones en las que nos hemos enfrentado con seguridad antes ciertas personas, es una buena práctica para mejorar«, explica.
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