«Yo escribo para mucha gente y nunca he tenido mayor problema en dar la canción cuando me la han pedido, la he hecho para ellos y si ha sido un éxito, me alegro porque me llegan mis derechos de autor«, contaba en su reciente visita a A las bravas, el programa que Raúl Pérez conduce en Cadena Ser.
No obstante, hubo una ocasión en la que se arrepintió de ceder una canción y terminó pidiéndola de vuelta. Fue a Ricky Martin, a cuyo equipo envió el Me gusta la vida, tema que tanto hemos disfrutado en su voz. «Me dijeron que les gustaba, que se la guardaban y se la enseñaban a Ricky Martin y les dije que no (…) Les mandé un email diciendo ‘chicos, si queréis no me pidáis más, pero de vuelta, por favor, me la quedo‘«, recordaba el artista.
Una cesión que le hubiese aportado numerosas ganancias de haber terminado siendo interpretada por el puertorriqueño, algo por lo que sus familiares y familiares le llamaron la atención. «Me dijeron que estaba g********* perdido«, señalaba Diego Cantero. Pero él tuvo un flechazo con esa canción y quiso quedársela para cantarla él. «Sé ser pobre, soy especialista«, bromeaba.
Este tipo de situaciones no es raro en el mundo de la música. Muchos artistas enfrentan decisiones difíciles que pueden definir el rumbo de sus carreras. La historia de Funambulista resuena con la de otros músicos que, por diversas razones, han dejado pasar oportunidades que podrían haberles cambiado la vida en algún tipo de sentido. La industria musical es conocida por su volatilidad, y las decisiones financieras juegan un papel crucial en el éxito a largo plazo.
A pesar de esta oportunidad perdida, Funambulista sigue adelante con su carrera, enfocándose en lo que mejor sabe hacer: crear música que conecta con su audiencia. La historia de Funambulista es un recordatorio de que el éxito no siempre se mide en términos económicos.
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