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Cuándo a pesar de creer que tenemos todo bajo control no es así: cómo reconocer el estrés y afrontarlo

En su justa medida y en momentos puntuales es bueno, lo malo es que se cronifique

Ana Más
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Mujer estresada
En su justa medida que el estrés forme parte de nuestra vida no está mal, nos ayuda a evitar el peligro y a realizar las tareas lo mejor posible. El problema está cuando se convierte en crónico, ya que entonces puede afectar a nuestra salud y bienestar. Hoy hablamos de cómo reconocer el estrés y sus tipos y afrontarlos.

En declaraciones a El Mundo, la periodista, coach y directora del Instituto del Estrés, Koro Cantabrana explica que el estrés es bueno y necesario pero siempre de manera puntual y en su justa medida, ya que, «Nos hace estar alerta y concentrados, por ejemplo, el día antes de un examen. Nos da capacidad resolutiva y mayor energía». El problema es cuando lo mantenemos en el tiempo, es entonces cuando nos hace un daño considerable, aunque no lo veamos, explica.

Una opinión que comparte Lynn Bufka, psicóloga y jefa asociada de transformación de prácticas de la Asociación Americana de Psicología (APA), que explica en nationalgeographic.es, que, » cuando tu cuerpo se activa constantemente para responder a los factores estresantes una y otra vez, se vuelve más problemático para la salud a largo plazo».

Cómo reconocer los tipos de estrés y cómo afrontarlos

Según el Instituto Americano del Estrés, existen dos tipos de estrés agudo: el «distrés», ocasionado por experiencias negativas como discutir con la pareja y el otro, el «eustrés» el que tiene connotaciones más positivas, como planear una boda o ser ascendido en el trabajo.

Por otra parte está el estrés crónico que según la profesora y directora del departamento de psicología de la UCLA (California, Estados Unidos),  Annette Stantones, es » el que tiene lugar cuando los problemas persisten durante varios meses o años, o incluso toda la vida para algunas personas». Y cita problemas como el racismo, la pobreza, la infertilidad o el diagnóstico de una enfermedad terminal.

«Hasta que las personas no revientan y se ven obligadas a parar, no lo hacen», explica Cantabrana que habla de los principales síntomas, «Se nos cae el pelo, nos salen herpes, se nos encoge el estómago, tenemos brotes de acné, heridas en el cuero cabelludo, sentimos punzadas en el pecho y, en casos graves, hasta parálisis en ciertas zonas del rostro, incluso un ictus» y a pesar de todo esto añade, «seguimos en piloto automático, mientras nos genera secuelas físicas, emocionales y nos hace sus víctimas. Nos está llevando a la muerte».

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Por lo que se refiere a luchar contra el estrés, además de técnicas como la meditación y el ejercicio, la experta  habla de la consciencia como el elemento más potente, «El pensamiento lleva a la emoción, la emoción a la acción y la acción al resultado», explica. Además de recomendar la respiración en cinco tiempos en caso de emergencia, «El cuerpo es capaz de controlarla, cambiando el patrón para enviar un mensaje de calma. El sistema nervioso parasimpático disminuye así la frecuencia respiratoria y, por tanto, la angustia se minimiza o desaparece».

Reconocer y aceptar el estrés nos puede ayudar y explica que no afecta exclusivamente a los débiles o a las personas de altas esferas, «Todos lo sufrimos y encubrimos para que no nos estigmaticen. Nadie quiere que le tachen de débil o de mal profesional».

Por otra parte Tanya Spruill, psicóloga clínica y profesora asociada de Salud de la Población en la Facultad de Medicina Grossman de la NYU (Nueva York, Estados Unidos), habla de la importancia de aceptar el malestar y el hecho de que los sentimientos negativos formen parte de la vida y no hay que evitarlos y señala al entrenamiento en mindfulness para eliminar parte del dolor. «Seguirás teniendo esas experiencias, pero no te dolerán de la misma manera», explica en National Geographic.

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