Según los últimos datos del Panel de Hogares de la CNMC del IV Trimestre de 2023 que analiza los usos de Internet y de los servicios OTT en España, el 80 % de españoles que usan Internet se conectó a la red de manera diaria, explican desde la web de la Comisión Nacional de los Mercados y Competencias. Hoy hablamos en concreto de redes sociales.
Y es que desde la misma web apuntan que las redes sociales más demandadas fueron Facebook (56,5 %) e Instagram (51,9 %) y la red social cuyo uso aumentó más fue TikTok (26,6 %) con tres puntos porcentuales más en el último año.
Un uso, el de las redes sociales que, según la neurociencia, es gratificante a corto plazo, ya que «su contenido es estimulante para la vista, activando áreas del cerebro como el núcleo accumbens, relacionado con la gratificación inmediata«, pero puede tener efectos negativos a largo plazo, explican desde El Economista.
Y es que este tipo de procesamiento, rápido y fragmentado hace que la capacidad de concentración y la memoria a largo plazo se debiliten, haciendo que no se produzca un aprendizaje profundo sino una dependencia de estimulación rápida. Y es que en las redes abundan las comparaciones sociales y estas generan, a su vez, respuestas emocionales rápidas, como la ansiedad o la baja autoestima.
La dopamina es el neurotransmisor que libera el cerebro como respuesta a una experiencia placentera y cómo adelantábamos, el uso de las redes sociales, lo es a corto plazo, ya que nos ofrecen una recompensa inmediata. «Los ‘me gusta’ aporta un pico rápido de dopamina en el núcleo accumbens. La sensación de placer es intensa pero desaparece de forma rápida«, explican desde el mismo medio. Y esto a a su vez puede hacer que el usuario se haga dependiente de la estimulación constante, lo que a su vez reduce la tolerancia a la frustración y el autocontrol.
Y no solo eso, su uso fomenta la memoria a corto plazo, ya que el cerebro recibe muchos estímulos visuales e información en muy poco tiempo, y no le da tiempo a procesarlos e integrarlos, afectando esto a la plasticidad sináptica y a la capacidad de retención de información. Su consumo excesivo se relaciona también con una menor capacidad de atención, depresión, ansiedad e impulsividad.
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