Recuerda tu primer encuentro con el café: es probable que al principio su sabor amargo no te haya convencido, pero con el tiempo se ha convertido en una necesidad diaria. De hecho, el café se ha vuelto cada vez más popular entre los españoles, como lo revela un informe de ‘Caffeine Informer’. El promedio de consumo anual de café en España es de unos tres kilogramos por persona, aunque todavía estamos lejos de los 9,6 kilogramos que se registran en Finlandia. Este creciente gusto por el café puede llegar a transformarse en una verdadera dependencia.
Stephanie Eckelkam, periodista de ‘Prevention’ y una consumidora habitual de café, compartió su experiencia con la adicción a esta bebida. «Durante una década fui una esclava del café. Mi consumo diario incluía al menos dos tazas, y en ocasiones llegaba a beber cuatro o cinco. Fue entonces cuando decidí que debía dejarlo», cuenta Eckelkam. Su desafío fue pasar diez días sin una sola gota de café. Aunque no considera que el café sea perjudicial para la salud, ya que se le atribuyen varios beneficios, quería experimentar cómo sería su vida sin él.
El primer cambio notable en su cuerpo fue la falta de cafeína, un estimulante que bloquea el receptor de adenosina en el cerebro, responsable de inducir el sueño y ralentizar las funciones neuronales. Al cesar el consumo de café, los niveles de adenosina aumentan, lo que puede provocar cansancio extremo y dolores de cabeza, como le ocurrió a Eckelkam. Con el tiempo, sus niveles se estabilizaron, pero la pérdida de productividad y el aumento de antojos fueron desafíos significativos. «Si hubiera comenzado a dejar el café un lunes, las siestas que habría tomado serían suficientes para que mis jefes me despidieran», bromea Eckelkam.
Además de la modorra y los dolores de cabeza, vivió un incremento en el deseo de comer y un apetito desmedido por lo dulce. Eckelkam recomienda mantener a mano frutas frescas para manejar el hambre de manera saludable. También notó un cambio en sus horarios: se acostaba más temprano y se despertaba más pronto, resultado de su ausencia. Al final de su experimento, Eckelkam se sintió renovada, sin dolores de cabeza y con más energía, confirmando que la necesidad de café para funcionar es, en realidad, una ilusión. No obstante, a pesar de sus beneficios, no renuncia al café por completo; planea reducir su consumo y explorar opciones como el descafeinado para no regresar a sus antiguas cinco tazas diarias.
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