Además de ser un pionero en el mundo de la tecnología, a Steve Jobes, el empresario, cofundador y presidente ejecutivo de Apple, también se le conoce por sus métodos para lograr la concentración y solucionar problemas complejos. Hoy hablamos de uno de ellos: la regla de los 10 minutos, que además, ahora cuenta con respaldo científico. Un método que ya pusieron en marcha grandes pensadores como Charles Darwin, Friedrich Nietzsche o, más recientemente, Mark Zuckerberg.
Se trata de una estrategia basada simplemente en dar un paseo después de estar diez minutos realizando una tarea difícil sin haber encontrado una solución para la misma. Haciendo esta pausa lograremos «liberar la mente y preparar el cerebro para abordar el problema desde un ángulo fresco y creativo«, explican desde Uppers. Y es que forzar la mente sin descansar, para encontrar respuesta a tareas que requieren un pensamiento profundo, puede ser contraproducente, explican.
Y se refieren a algunos estudios en neurociencia, según los cuales «el cerebro necesita variar sus estímulos para evitar el agotamiento mental y la “rumiación” (cuando un pensamiento se repite incesantemente en la mente)» y es que esta bloquea la creatividad y genera frustración. De ahí la importancia de hacer descansos cortos, ya que así «el cerebro cambia su forma de enfocar la cuestión, entra en un estado de menor tensión y deja abierto el camino a la aparición de nuevas ideas innovadoras«, explican.
La neurocientífica Mithu Storoni explica que al caminar el cerebro se encuentra en un estado de “atención ligera”, ya que el entorno constantemente cambia, «exigiendo una concentración mínima en los movimientos y el entorno para evitar obstáculos» y así conseguimos que la mente no se atasque con un problema concreto y nuestras ideas se aireen. Esta ‘atención difusa’ es perfecta para resolver problemas complejos, ya que al liberar el cerebro del enfoque riguroso, surgen nuevas ideas desde perspectivas diferentes a las que habíamos planteado.
Desde el mismo medio se refieren también al neurólogo John Ratey, según el cual caminar «funciona como una pequeña dosis de Prozac y Ritalin al mismo tiemp» ya que reduce el estrés y mejora la concentración. Y es que el movimiento físico y el cambio de escenario acaban con los pensamientos repetitivos y esto a su vez genera un espacio para que el cerebro explore conexiones alternativas y opciones creativas.
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