¿Por qué comemos tan rápido? Esto es lo que dice un estudio

De momento los resultados se han visto en ratones

Ana Más

Aunque la comida debería ser un momento de relax en el que todos nuestros sentidos estuvieran puestos en el sabor, olor y textura de los alimentos esto la mayoría de las veces no es así. Y es que el frenético ritmo de vida en el que estamos inmersos hace que cada vez más engullamos la comida en lugar de disfrutar de ella.

Según el estudio sociológico «Comer con los cinco sentidos», realizado por Maestros de Hojiblanca, el 91,62% de los españoles o lo que es igual, nueve de cada diez, miran pantallas mientras comen, en alguna de las comidas del día.

Comer rápido puede ser el comienzo de problemas de salud relacionados sobre todo con la digestión e incluso con la absorción de nutrientes y entre sus consecuencias están la hinchazón, los gases y la obesidad.

La clave para reducir el impulso de comer rápido puede estar en las papilas gustativas

Pero, ¿por qué comemos rápido?, desde 20Minutos aluden a un estudio publicado en Nature, realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de California en San Francisco que han encontrado qué neuronas dictan la velocidad a la que comen los ratones. Aunque evidentemente los humanos no somos igual que los ratones, este estudio si ofrece resultados prometedores para entender mejor el mecanismo del hambre.

El núcleo del tracto solitario, una estructura localizada en la porción caudal del bulbo raquídeo, es el área del cerebro «que separa la necesidad de consumir alimentos con la velocidad de ingesta», explican y añaden que «la teoría más habitual defiende que en el núcleo del tracto solitario las hormonas liberadoras de prolactina (PRLH) y las neuronas GCG responden a las señales del estómago frenando el impulso de comer».

Tras los experimentos realizados con ratones, se observó que hay dos mecanismos paralelos en estos animales para regular la velocidad de ingesta, uno se dirige al estómago y controla la cantidad que comen y la otra empieza en la lengua y se relaciona con la rapidez con la que comen, este último mecanismo anula al primero, «lo que podría suponer el control de la saciedad», explican.

Según sugiere el estudio, «la clave para reducir el impulso de comer rápido puede estar en las papilas gustativas». Y es que ante un sabor que nos gusta el cerebro actúa de dos formas, «por un lado, animándonos a comer más porque está rico y por otro ralentizando la ingesta para evitar que nos siente mal» y precisamente el equilibrio entre ambas cosas es el que marca la velocidad a la que comemos.

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