Las nuevas generaciones son las que están innovando y tumbando estereotipos. Desde el poliamor, hasta las relaciones abiertas, pasando por los flexisexuales o los swingers. Nada de esto es nuevo, pero es ahora cuando estamos empezando a familiarizarnos con estos términos que cada vez se desmarcan más del tipo de pareja más normativo: la monogamia.
Llegando ya a una edad (sobre todo si eres mujer) teniendo pareja supone enfrentarse a las cuestiones de muchos familiares e incluso amigos: «¿Y no piensas en casarte'». Esta es una pregunta recurrente en aquellas parejas que llevan un tiempo juntas pero lo curioso es que hay una respuesta que va ganando terreno a la otra: no.
Y aquí es donde entra lo que ahora se conoce como la misogamia del griego ‘miso’ (odio) y ‘gamia’ (matrimonio), es decir, el odio al matrimonio. Quizá la palabra ‘odio’ es demasiado fuerte, pero lo cierto es que en los últimos años sí se ha observado una tendencia a la baja en el deseo de pasar por el altar. Ya sea por rechazo o por falta de practicidad.
¿Significa esto que estamos en una generación con miedo al compromiso? No necesariamente, pero sí afrontamos una tendencia en la que las parejas no creen en la institución matrimonial y, por lo tanto, viviremos muchos menos ‘sí, quiero’.
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