«El 90% del impacto ambiental de estos productos se produce durante el uso, y los más expuestos somos precisamente los usuarios: nuestra salud se puede ver amenazada por su toxicidad o peligrosidad», explican desde su página web.
Los limpiadores de WC encabezan este ránking de productos peligrosos por ser «más agresivos que los limpiabaños» al contener más ácidos y especialmente aquellos que vienen en bloque, ya que además de añadir más contaminantes, pueden ser más peligrosos para los niños, «que pueden tocarlos y llevarse las manos a la boca, o incluso ingerirlos atraídos por sus colores», matizan.
A los limpiadores de WC le siguen los productos para limpiar el horno, que aunque son bastante eficaces, no son imprescindibles. Son corrosivos y por eso debemos tener especial cuidado ya que contienen sosa cáustica, la recomendación de la OCU es seguir a rajatabla las instrucciones de seguridad. Además, hablan de una alternativa: « limpiar siempre el horno después de usarlo y antes de que se enfríe por completo evita la suciedad incrustada y requemada que obliga a recurrir a limpiadores más agresivos».
La OCU también habla de los desatascadores químicos y los desinfectantes y antibacterias, que se pusieron de moda durante la pandemia y que «salvo situaciones excepcionales, son innecesarios», matizan. Y añaden que este tipo de productos «crean un ambiente de asepsia poco realista y contribuyen a la creación de resistencias bacterianas, además de que las sustancias desinfectantes permanecen en el agua de desagüe y dañan la flora y la fauna».
Por último señalan los ambientadores y difusores de aromas, que utilizan sustancias y disolventes que son potencialmente nocivos para la salud, ya que pueden provocar o empeorar el asma, bronquitis y migrañas. Por ello recomiendan en su lugar ventilar bien y airear las habitaciones.
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