«Es una historia real muy bonita. Hace muchos años, a mediados de los 80, los niños nos escribíamos cartas con niños de otros colegios como parte de la asignatura de inglés para familiarizarte con el idioma. Una amiga se empezó a cartear con un chico«, contaba el artista. Una actividad escolar que para ella se convirtió en mucho más. De hecho, la relación postal con este amigo estadounidense se extendió más allá de la duración del curso escolar.
«Un año, otro año… y se generó una relación que era un poco de amor, pero eran muy pequeños y todavía no lo llamaban así«, confesaba Leiva. No obstante, hubo un punto de inflexión en esta relación. «Llegó un punto en el que mi amiga tuvo la necesidad de pedirle una foto para ponerle cara a su amor. Ella se bajó al fotomatón, se hizo una foto y le mandó la carta esperando una foto de vuelta para saber quién era«, agregaba este.
Lo que la joven no esperaba era que esa fuera la última carta entre ellos. «Esa carta nunca llegó de vuelta y mi amiga arrastró como una pena durante mucho tiempo, como una historia sin cerrar», apuntaba el artista.
Pasaron los años y, dos décadas después, esta se encontraba esperando su turno en una peluquería de Getxo, en Bilbao, cuando se topó con una noticia en el periódico que llamó su atención. «De repente ve un nombre que le resulta muy familiar. Y lee una noticia que dice ‘Matthew McGrory muere a los 33 años, actor que padecía gigantismo y que siempre será recordado por su papel como el gigante de Big Fish‘. Entonces ella entendió que nunca le mandó una foto porque era un gigante«, concluía Leiva.
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