Las personas que necesitan creatividad constante y acabar con el síndrome de la impostora se enfrentan al problema de encontrar un soplo de aire fresco para inspirarse y esta muchas veces viene en los momentos más inesperados y en los lugares más inusuales.
“La gente siempre se sorprende cuando se da cuenta de que obtiene ideas interesantes y novedosas en momentos inesperados, porque nuestra narrativa cultural nos dice que debemos hacerlo a través del trabajo duro”, ha explicado Kalina Christoff, neurocientífica cognitiva de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá) a National Geographic.
El psicólogo John Kounios, director del programa de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Universidad Drexel, en Estados Unidos, ha dado un paso más allá y ha asegurado en la BBC Mundo que otro de los motivos tiene que ver con “apagar los sentidos”.
Según explica Kounios, al estar bajo la ducha, los sentidos del individuo tienden a apagarse un poco. Al caer el agua y cerrar los ojos, la persona se centra en el tiempo presente. No escucha el ruido exterior ya que al agua lo bloquea y el sentido del tacto tampoco está muy desarrollado, ya que el agua está a una temperatura similar a la del cuerpo y esta hace que no se note mucho la barrera que hay entre el interior y el exterior.
El especialista explica que en ese momento lo que sucede es que cada individuo tiende a estar más focalizado al interior y no tanto al exterior, es decir, que tienden a desconectar del entorno y poner la atención en uno mismo. Es por eso que la ducha se convierte en el mayor espacio de aislamiento para frenar distracciones y todo tipo de estímulos externos, lo que facilita la conexión con los pensamientos individuales de cada uno. Además, Kuonios, coincidiendo con la versión de Christoff, afirma que cuando uno está relajado tiende a ser más creativo, a ser más ambicioso, a que surjan idean más «locas»…
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