Desde Uppers aluden a un estudio de la Universidad de Oxford Brookes publicado en el European Journal of Clinical Nutrition que explica que «el almidón resistente que se forma debido a la congelación no se descompone bajo la acción de las enzimas digestivas de la boca y el intestino, como le ocurre al pan fresco».
Según explica el doctor Duane Mellor, especialista en Nutrición en la Facultad de Medicina de la Universidad de Aston, Reino Unido, en un articulo publicado en The Conversation y reproducido por Infobae: «congelar y descongelar el pan redujo en un 31% la cantidad de azúcar en la sangre en dos horas. Curiosamente, tostar pan fresco también redujo el aumento de glucosa en un 25%. Este efecto fue aún mayor cuando el pan casero fue congelado, descongelado y luego tostado, lo que redujo la respuesta del azúcar en sangre en un 39%. Este efecto podría ayudar potencialmente con el hambre, ya que los niveles de glucosa e insulina no aumentarán tanto después de comer pan congelado.»
El almidón resistente es un tipo de fibra con efecto prebiótico que somos incapaces de digerir y que se comporta prácticamente igual que la fibra soluble. Se encuentra «en multitud de alimentos ricos en almidones como tubérculos, cereales, plátano macho y legumbres y se obtiene al cocer los alimentos y después enfriarlos«, explican desde Uppers.
Y es que son muchas las bondades del almidón resistente (aquel que no es digerible llegando intacto al colon, donde es fermentado), para la salud intestinal, ya que además de disminuir los niveles de colesterol y ser muy saciante, disminuye la acumulación de grasas en el organismo y es el alimento favorito de las bacterias beneficiosas del intestino que ejercen un efecto prebiótico y cuyo crecimiento favorece.
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