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Neuromarketing aplicado a la hostelería: así funciona una mesa sensorial

Desde el Instituto Tecnológico de Aragón (ITA), han desarrollado el prototipo

Ana Más
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Medium overhead shot of families sharing dinner at outdoor restaurant
Aplicar el neuromarketing a la hostelería parece algo de ciencia ficción, sin embargo el espectacular abaratamiento de este tipo de tecnologías que ya aplican muchas multinacionales hace años para medir las reacciones de potenciales clientes ante un producto, ya lo ha hecho posible. Te contamos qué es y cómo funciona una mesa sensorial.

Eso cuenta un equipo del departamento de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Aragón (ITA)  integrado por Gorka Labata, José Ignacio Calvo y Marcos Caballero, además de su coordinador tecnológico, Rafael del Hoyo, que explican en La Vanguardia que su proyecto bebe de las fuentes del neuromarketing.

Se trata de una mesa sensorial, algo que desde el ITA definen como: “Una herramienta para entender mejor al cliente y ayudar en la toma de decisiones”. La han ideado para «captar y analizar mediante inteligencia artificial las reacciones emocionales que provoca en los comensales la presentación de un plato o variaciones en su composición.«, explican, esta información a su vez pueden utilizarla los responsables de la cocina y sala para » mejorar la experiencia que ofrecen en sus locales».

Más detalles de la mesa sensorial

Una cámara de 360º camuflada en una especie de jarrón que, desde el centro del mantel, «hace una biometría inicial del rostro de los allí congregados y va capturando sus reacciones durante toda la comida», explican y una vez en el ordenador, se analizan las expresiones en tiempo real para detectar «enfado, disgusto, miedo o alegría», entre otros parámetros. Con ello el propio programa elabora un informe final en el que explica como han evolucionado las sensaciones de los comensales durante la comida.

Lo explica Rafael del Hoyo: “El objetivo final es cuantificar las emociones detectadas…Un chef puede diseñar un plato o una explicación con la intención de provocar sorpresa, nostalgia o tensión en el comensal, y esta herramienta le permite comprobar con base científica si se cumplen o no sus expectativas».

Junto al equipo del ITA,  han trabajado el Centro de Innovación Gastronómica de Aragón y la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería y Turismo de Huesca. Y restaurantes muy conocidos de la región, como Callizo, Yaín o Gente Rara, han colaborado con elllos, dando su visión de expertos.

Uno mayores retos «ha sido educar al sistema para que aprendiera a detectar y descifrar correctamente cada una de las emociones: la expresión que se pone al ver la presentación del plato, la tensión que genera escuchar determinados ingredientes (sangre o vísceras, por ejemplo), la reacción a la primera cucharada…», explican. Algo para lo que durante más de un año han creado su propia base de datos grabándose a ellos mismos y a otras personas degustando platos que les generaran diferentes emociones y etiquetándolas.

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Ahora el objetivo sería, «poder comercializarlo y llevarlo a los restaurantes para que estos prueben diferentes versiones de sus menús antes de ofertarlos», dicen.

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