Aunque los datos de AESAN son poco representativos (solo 3,61 muestras por cada 100.000 habitantes, «permiten ver que los alimentos estaban contaminados con 106 plaguicidas diferentes. El 36% de las muestras tenían restos de una o más sustancias, porcentaje que aumenta hasta el 43% en el caso de frutas y verduras», explican desde su web.
En el análisis se detectaron: 59 plaguicidas disruptores endocrinos, 32 plaguicidas NO autorizados en la Unión Europea y 17 plaguicidas candidatos a ser sustituidos por sus efectos cancerígenos, tóxicos para la reproducción, de disrupción endocrina o que cumplen dos de las tres siguientes características: persistencia, bioacumulación y toxicidad.
Por ejemplo en los tomates se han hallado 31 plaguicidas (19 posibles disruptores), en las manzanas 22 fitosanitarios, en las naranjas y mandarinas otros 22 y en las lechugas 21 productos químicos. Les siguen las espinacas y las uvas, en los que se han detectado veinte y las peras y los limones con 18 y 14 respectivamente.
Y una buena noticia, en las 15 muestras analizadas en 2022 de alimentos infantiles y para bebés (potitos, papillas, etc.) no se encontraron residuos de plaguicidas, explican en el informe, en el que señalan como las causas posibles «la imposición por parte de la Unión Europea de límites más estrictos, así como el mayor control sobre este grupo de alimentos cuyos consumidores son el grupo más vulnerable y que requiere un mayor control y protección».
No obstante desde esta organización consideran que este control de plaguicidas, obligatorio por la legislación europea, es muy poco exhaustivo, comparado con el resto de la Unión Europea. Y es que «España está a la cola en muestras analizadas por 100.000 habitantes con 3,61. Muy lejos del máximo de la UE, Bulgaria, que analizó más de 200 y tampoco se está cerca de las otras potencias agrícolas de la Unión: Alemania controla 22 alimentos por cada 100.000 habitantes, Francia unas 19 muestras e incluso Portugal analiza más de nueve», explican desde el mismo medio.
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