Es, sin duda, una de las canciones más profundas de la carrera de Antonio Orozco, quien dedica esta canción a los abuelos realizando en su título una metáfora con los aviones que parten de tierra. Su letra es todo un homenaje: «Revisor de metas, trovador de reinas, con el alma llena y la suerte inquieta. Multiplico amor, descarado amor, con cuatro estaciones y siete poetas».
Es una oda a todo lo que nuestros mayores han soportado a lo largo de su vida y siguen soportando día tras día. Unos auténticos héroes de la lucha y la perseverancia.
Una carta para los abuelos que se han marchado antes de tiempo, en la que los cantantes prometen que volverán a buscar el último beso que les quedó pendiente antes de la partida: «Sé que no querías marcharte, sé que te querias quedar. Donde estés un día iré a visitarte, sólo guárdame un besito más».
La canción de un recuerdo eterno que no se desvanece, sobre los sentimientos que las personas tienen sobre sus abuelos para toda la vida y que no se olvidarán jamás: «Él mira hacia el cielo llorando bajito, le cuenta a una estrella, creyendo que es ella, le tira besos desde su ventana y le pide a la luna que cuando la vea le diga al oído que quiere tenerla durmiendo a su vera».
Es una de las canciones pensada y escrita para todos los abuelos que nos han dejado, por los que daríamos cualquier cosa con tal de volverles a dar un abrazo reconfortante que nos transportase a nuestra niñez por unos segundos. El grupo supo expresar de manera exacta los sentimientos, escribiendo: «Y si pudiera ir donde estás, coger tu mano y cara a cara volar, te diría que te quiero sin piedad».
Porque nuestros abuelos nos conocen de arriba a abajo y nos entienden con solo una mirada. De eso exactamente habla el tema del puertorriqueño: «Conocía mi interior como bola de cristal, me alejó de todo mal, me dio su corazón».
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