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En pleno siglo XXI, ningún país ha logrado plenamente la paridad de género: 8M Día de la Mujer

Una fecha que sirve para conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona

Redacción Cadena Dial

En pleno siglo XXI, en el día de la Mujer y la celebración del 8M, Manos Unidas ofrece un dato para la reflexión: ningún país ha logrado plenamente la paridad de género y una de cada 10 mujeres vive en pobreza extrema.

El Día Internacional de la Mujer, instituido en 1977 por la Asamblea General de Naciones Unidas, sirve para conmemorar la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona.

Para la ONU, el 8M, el día de la Mujer, es un momento de reconocimiento de los movimientos y organizaciones feministas y de las mujeres que ya no están, porque han sido el principal motor del camino hacia la igualdad de género, que ha sido arduo, pero no infructuoso.

8M Día de la mujer: 1 de cada 10 mujeres vive en pobreza extrema

Pero, el camino por recorrer hacia la paridad real de género todavía es largo. Según Naciones Unidas, día de hoy, 1 de cada 10 mujeres vive en la pobreza extrema y, de continuar las tendencias actuales, de aquí a 2030, se estima que 342,4 millones de mujeres y niñas todavía vivirán con menos de 2,15 dólares al día. De esta manera, será imposible alcanzar las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, principalmente, el relacionado con «garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y promover la autonomía de la mujer».

«Esa pobreza y esa desigualdad llevan a las mujeres a seguir siendo víctimas del hambre, la enfermedad, el analfabetismo y de la trata de personas, el desempleo o el trabajo esclavo. Además de sufrir discriminación y exclusión en el acceso a la tierra, en la toma de decisiones en ámbito público y privado y en el ejercicio del poder».

La pandemia profundizó las brechas de género existentes en América Latina y el Caribe e desde 2022 se hace frente a graves desigualdades, según la ONU:

  • En cuanto a la economía, la pandemia redujo la participación de las mujeres de la región en el mercado laboral. En 2021, según datos de la OIT, más de 13 millones de mujeres vieron desaparecer sus empleos a causa de la pandemia en América Latina y el Caribe. La contundente salida de las mujeres de la fuerza laboral representa un retroceso de 18 años en los avances logrados por las mujeres según los datos de CEPAL de 2021.
  • La pobreza y la pobreza extrema en América Latina y el Caribe están a niveles de hace más de dos décadas. Según datos de CEPAL de 2021, al cierre de 2020, alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encontraban en situación de pobreza, 23 millones más que en 2019. En 2019, el promedio regional de mujeres sin ingresos propios alcanzó el 28 %, mientras que para los hombres fue del 10,4%. Esto significa que casi un tercio de las mujeres de la región depende de otros para su subsistencia, lo que las hace vulnerables desde el punto de vista económico y dependientes de los perceptores de ingresos, que por lo general son los hombres.
  • Entre los hogares más pobres, los hogares monomarentales están sobrerrepresentados y suelen ser mujeres que fueron madres adolescentes, con un acceso limitado a la educación y la formación y en general con empleos precarios y en la informalidad.
  • Las mujeres rurales viven situaciones de extrema precariedad laboral y aislamiento. Según la OIT, en el año 2019 el 85,7% de los trabajadores ocupados en el sector agrícola eran informales, mientras en el sector no agrícola la tasa de informalidad fue de 65,8%. En el caso de las mujeres, la proporción de informalidad es mayor a la de los hombres, destacándose que en sector agrícola la tasa ha alcanzado el 91,6%. Al hablar de género la vulnerabilidad se hace aún más notoria ya que el 81,5% de las mujeres del sector informal se emplean en las categorías cuentapropista, trabajo familiar auxiliar o recibe un salario de una microempresa, rubros especialmente impactados en la pandemia.
  • Las mujeres siguen enfrentando horas de carga de cuidados en los hogares en condiciones muy difíciles. En la región, las mujeres todavía dedican más del triple de tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres. Estas diferencias son incluso mayores para las mujeres de menores ingresos, las denominadas “mujeres de los pisos pegajosos”, quienes dedican en promedio 46 horas semanales al trabajo no remunerado, frente a las mujeres de los denominados “techos de cristal”, con mayores ingresos, que dedican en promedio 33 horas semanales.
  • La participación política de las mujeres ha mejorado un poco, pero siguen mayoritariamente excluidas de los espacios de poder para la reconstrucción.
    Se ha intensificado todo tipo de violencia contra las mujeres y las niñas, sobre todo en el hogar. El acoso sexual y otras formas de violencia contra las mujeres siguen ocurriendo en la calle, en los espacios públicos y en las redes sociales. De acuerdo con la CEPAL, un promedio de al menos 12 mujeres muere diariamente en la región por el mero hecho de ser mujeres. Hay un aumento de los riesgos de violencia contra las mujeres y las niñas. En la región, en promedio 1 de cada 3 mujeres ha padecido violencia física y/o sexual en una relación íntima a lo largo de su vida, lo cual ha sido acentuado por la pandemia.
  • América Latina y el Caribe sigue siendo la región del mundo más peligrosa para las defensoras de derechos humanos y el medioambiente. Reafirmamos la importancia, y la responsabilidad, que tenemos hacia las defensoras de derechos humanos y ambientales. Estas mujeres, muchas de ellas indígenas, enfrentan enormes riesgos para defender algo que necesitamos y nos beneficia a todas y todos. Las amenazas y la violencia que enfrentan las defensoras deben cesar inmediatamente y su rol como guardianas de la tierra reconocido y respetado.
  • La igualdad de género y la construcción de paz van de la mano. El mejor predictor del nivel de fragilidad de un país no es la riqueza, el tipo de gobierno o la religión que practica la mayoría de sus habitantes, sino sus índices de igualdad de género.
  • Una recuperación exitosa implica también asegurar la participación de las mujeres en todas las etapas de las respuestas. No solo por un compromiso con una representación justa, sino por la contundente evidencia de que cuando las mujeres participamos en espacios de toma de decisión los beneficios para la población en su totalidad son múltiples: las políticas públicas suelen reflejar la diversidad de necesidades de la población y nuestra participación puede contribuir al aumento de la confianza en las instituciones (OECD, 2014).
  • La recuperación también debe tener en cuenta los estrechos lazos entre el género, la seguridad y el cambio climático. Las consecuencias del cambio climático pueden generar motores de inseguridad para las mujeres, incluyendo una mayor exposición a la violencia de género, un aumento de la inseguridad alimentaria, así como barreras para el acceso a recursos y un mayor riesgo de desplazamientos forzados. Es por esto que se hace necesario que las medidas de mitigación y adaptación incorporen al cambio climático que contemplen la plena participación de las mujeres y una perspectiva de construcción de paz y de género.

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