Y es que «Hemingway descubrió que existe un momento perfecto para abandonar el trabajo o un trabajo en concreto», explican desde TELVA. Pero no lo midió en horas ni en minutos, tampoco en cantidad, sino que se basó en la emoción y la intuición para ello.
Y es que según se cuenta en el libro ‘With Hemingway: A Year in Key West and Cuba (1984)’, el escritor compartió esta estrategia con el también escritor Arnold Samuelson, allá por 1934: «Lo principal es saber cuándo parar. (…) Cuando todavía vas bien y llegas a un lugar interesante y sabes lo que va a pasar a continuación, es el momento de parar», explica. Es decir, debemos parar cuando el trabajo todavía nos parece interesante y todavía sabemos qué va a ocurrir a continuación.
Desde el mismo medio aluden a la neurocientífica de Cambridge, Mithu Storoni, que explica que necesitamos adaptar el trabajo al cerebro y no el cerebro al trabajo y aconseja estructurar el trabajo en bloques de noventa minutos, con descansos entre diez y veinte minutos, con el fin de aprovechar al máximo la concentración.
Por eso recomiendan una forma de poner en práctica el efecto Hemingway: «dividir tus actividades del día en partes más pequeñas y poner una pausa justo cuando estés por concluir». Basta con escucharse a uno mismo, explican desde la revista, y añaden que el escritor «dejaba su trabajo en un momento en el que este todavía le resultaba interesante y así no le resultaba complicado retomarlo al día siguiente«. Es decir, no debemos dejar de trabajar cuando estemos ya extenuados mental y físicamente, sino todo lo contrario, debemos hacerlo cuando aún nos resulte interesante lo que estamos haciendo.
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