Aitana ha experimentado una evolución significativa en su carrera y en su vida personal. Desde sus inicios, Aitana ha trabajado arduamente para transformar su imagen infantil y emerger como la mujer que desea ser. Este proceso, sin embargo, no ha estado exento de críticas, particularmente en un entorno donde las mujeres a menudo enfrentan expectativas y juicios desproporcionados.
En los Elle Style Awards, organizados por la revista de moda Elle, Aitana pronunció un discurso poderoso y feminista, abogando por la libertad y el derecho a disfrutar de su trabajo sin ser objeto de comentarios machistas. En su intervención, la artista expresó su frustración por las críticas que ha recibido, especialmente aquellas relacionadas con su manera de bailar durante su gira ‘Alpha’.
«Todas sabemos que hay que cantar y bailar y ya habéis visto lo que pasa. A veces una madura y mueve el culo de una forma que estará bien para otras, pero que es impropio para mí», declaró Aitana, refiriéndose a las reacciones negativas de ciertos sectores del público. Estos comentarios, muchas veces arraigados en perspectivas machistas, son un reflejo de cómo la sociedad aún lucha por aceptar a las mujeres como seres completos y complejos, capaces de expresar su sensualidad y autonomía sin ser penalizadas por ello.
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Aitana ha aprendido a manejar estas críticas mediante lo que ella llama «audición selectiva», una habilidad que le ha permitido proteger su bienestar emocional y profesional. «Me preocupo mucho por transmitirles seguridad en sí mismas y autoestima», afirmó la cantante. Además de su lucha contra los estereotipos de género en su imagen pública, Aitana también ha abordado cómo estos prejuicios afectan la percepción del público sobre su música y su autoría. «Cuando una mujer reclama su crédito como autora, ya sea en solitario o con colaboradores, siempre se cuestiona su aportación real», explicó Aitana, destacando una doble moral que no se aplica a sus colegas masculinos.
La reflexión sobre las palabras de Aitana nos lleva a considerar la pérdida de la inocencia que las mujeres experimentan al crecer, un proceso que a menudo es criminalizado y criticado. A medida que las mujeres maduran y se expresan frecuentemente enfrentan una reacción adversa de la sociedad, que espera que se adhieran a normas de comportamiento restrictivas y tradicionales. Este fenómeno no es nuevo, pero su persistencia es alarmante. La criminalización de la madurez y la expresión femenina no solo limita el potencial de las mujeres, sino que también perpetúa un ciclo de desigualdad.
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