Los ritmos circadianos son una especie de relojes corporales esenciales para regular procesos fisiológicos como la producción de hormonas, la regeneración de la piel o la reparación de los músculos entre otros. Siguen un ciclo de aproximadamente 24 horas y el encargado de impulsarlos es el hipotálamo del cerebro, explican desde El Confidencial.
Ahora un equipo de investigadores liderado por Salvador Aznar Benitah, investigador ICREA del IRB Barcelona, y Pura Muñoz-Cánoves, investigadora ICREA del Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), han realizado una investigación de la que se deduce que sincronizar nuestros ritmos circadianos podría ralentizar nuestro envejecimiento.
En su investigación hablan de «cómo la sincronización, la relación entre el reloj central y los relojes periféricos del músculo y la piel juega un papel clave para asegurar el correcto funcionamiento de estos tejidos, así como para prevenir procesos degenerativos asociados al envejecimiento», explican desde el mismo medio. Además de que según han descubierto los expertos, «un reloj biológico mal regulado en el cuerpo conduce a un envejecimiento prematuro».
En el estudio, los científicos estudiaron ratones con una modificación genética que interfería con un gen crítico del reloj muscular llamado Bmal1. Los animales que fueron modificados genéticamente «para carecer de estos cronómetros moleculares experimentaron un envejecimiento prematuro y una muerte temprana», explican desde el mismo medio. Sin embargo la salud muscular de los ratones mejoró mucho «cuando los investigadores restauraron la función del gen Bmal1 tanto en el cerebro como en los tejidos musculares».
Aznar habla de la fascinación de ver «cómo la sincronización entre el cerebro y los relojes circadianos periféricos desempeña un papel fundamental en la salud de la piel y los músculos, mientras que los relojes periféricos por sí solos son autónomos a la hora de llevar a cabo las funciones tisulares más básicas».
Y es que a pesar de que los ratones conservaban todos sus genes y la capacidad de expresarlos adecuadamente para llevar a cabo sus funciones habituales, al carecer de estos relojes circadianos no podían determinar el momento óptimo para realizarlas y esto a su vez provocó «un colapso temprano de toda su infraestructura vital».
Así los investigadores descubrieron que si el reloj principal y el reloj muscular no están sincronizados, puede provocar signos de envejecimiento prematuro y desgaste del tejido muscular, es decir, si no existen esos relojes, el envejecimiento se acelera.
Algo que Pura Muñoz-Canoves explica así: «…se necesita una interacción mínima entre sólo dos relojes tisulares (uno central y otro periférico) para mantener el funcionamiento óptimo de tejidos como los músculos y la piel y evitar su deterioro y envejecimiento…el siguiente paso es identificar la señalización factores implicados en esta interacción, con posibles aplicaciones terapéuticas en mente«.
Y es que parece que a medida que envejecemos, nuestros mecanismos internos de cronometraje se vuelven menos precisos y perder esa sincronización y esto a su vez tiene implicaciones importantes para nuestra salud.
Limitar los horarios de alimentación de los ratones a su fase activa nocturna mitigaba parcialmente las disrupciones del reloj central cerebral y esto a su vez contribuyó a «robustecer sus relojes circadianos musculares y mejorar su capacidad para operar de manera autónoma«, explican. Estos descubrimientos pueden facilitar el desarrollo de estrategias de tratamiento y medidas preventivas contra el envejecimiento prematuro en el futuro.
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