Llegan días de celebraciones y con ellos de muchas visitas. A lo mejor después de leer esto nos animamos no solo a pedirles que se descalcen antes de entrar, sino a descalzarnos nosotros también. Lo explicaba ‘Enfermera saturada’ hace un tiempo refiriéndose a uno de los estudios en este sentido, el realizado en 2008 por el microbiólogo y profesor de la Universidad de Arizona, Dr. Charles Gerba.
Para realizarla repartió pares de zapatos nuevos a un grupo de personas y les pidió que los utilizaran en su día a día. Pasados quince días los recogió y los analizó obteniendo una conclusión más que clara: en las suelas de cada par de zapatos había adheridas de media 421.000 bacterias. Bastantes más de las que hay en un inodoro.
Y, lo que es peor, esas bacterias no se quedan pegadas a las suelas sin más. En otra fase del estudio se comprobó que «en el 90% de los casos, un número considerable de ellas se quedaban adheridas a las baldosas y a la tarima de casa.»
Descalzarnos puede evitar que nos contagiemos
Y del suelo a las manos hay un paso. Lo normal no es que toquemos las suelas de los zapatos, pero sí los suelos que estas han tocado y, en el caso de los niños, mucho más, ya que gatean y juegan en el suelo, además de apoyar sus juguetes en él. Si tocamos el suelo de casa o si comemos algún alimento que se haya caído, podemos infectarnos.
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Respecto a las bacterias que encontró Gerbá adheridas a la suela de los zapatos en su estudio, en su mayoría eran e-coli, klebsiella pneumoniae, serratia, c-difficile y s-aureus, que son los responsables habituales de «infecciones intestinales que cursan con diarreas y vómitos, infecciones del tracto urinario, conjuntivitis y neumonías.» Así que quizá sea un buen momento para empezar a utilizar calcetines antideslizantes al entrar en casa.