Para saberlo, lo primero es saber de qué están hechas, para ello bastará con mirar la lista de ingredientes, entre ellos el más abundante es la sal, seguido por «el glutamato monosódico (E621), los ribonucleótidos de sodio (E635), el almidón, el extracto de levadura, las grasas saturadas y, al final, ya empiezan a aparecer las verduras, la carne o el pescado», explican desde El Confidencial.
Y es que a pesar de que utilizándolas lograremos un caldo con mucho sabor, en poco tiempo y por unos diez céntimos, su composición no es de lo más aconsejable para una dieta sana, empezando por la alta cantidad de sal que contienen.
Y es que el 53% del contenido de cada pastilla de caldo es sal, esto es unos 52,9 gramos. Un valor altísimo, teniendo en cuenta que la recomendaciones de la OMS sobre el consumo de sal es no consumir más de cinco gramos al día.
Además llevan glutamato, un aditivo que potencia el sabor y estimula el apetito, «un componente que gusta y engancha, ya que es muy sabroso», explican desde El Confidencial y añaden que puede provocar dolores de cabeza, presión en las sienes y rigidez en la nuca.
Si a esto le unimos la falta de nutrientes, siempre será mucho más aconsejable preparar un caldo en casa, que además de ser más energético, nos va a aportar un cuarenta por ciento más de proteínas que el caldo de pastilla, además de hidratación y muy pocas calorías.
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