Corría la década de los noventa, y Carlos Vives ya gozaba de cierta fama en Colombia gracias a su carrera en televisión y su incursión en la música con su fusión de vallenato. Fue en ese contexto cuando, según cuenta el propio Vives, conoció a una «culicagada» —como él la describió con cariño— llamada Shakira, que apenas comenzaba su carrera. Según el artista la joven barranquillera «llegaba a las emisoras a las 5:30 de la mañana, armada con su disco, buscando una oportunidad para que su música sonara en la radio».
Vives recuerda haberla visto, una chica decidida y vestida «para triunfar». Al cruzarse en las emisoras: «Le pregunté si ese era su nombre artístico y me dijo: ‘No, no, ese es mi nombre real’. Desde ese momento, nos hicimos amigos», relata Vives. Esa amistad marcó el inicio de una conexión que los mantendría cerca a lo largo de sus carreras.
Sus caminos siempre se mantuvieron cercanos. Ambos coincidieron más tarde en Miami, donde trabajaron bajo la dirección del productor Emilio Estefan, uno de los principales impulsores de la música latina en Estados Unidos. «Nos exportaron al mismo tiempo», recuerda Vives, subrayando cómo su amistad se mantuvo intacta pese a sus distintos estilos musicales.
Su primera colaboración pública fue en 2008, durante el Concierto por la Paz en Leticia, Amazonas, un evento histórico que unió a varios artistas colombianos en un llamado por la paz en el país. No sería hasta 2016 que el público volvería a verlos juntos en el exitoso sencillo La Bicicleta, que rápidamente se convirtió en un himno de la música latina.
El vínculo entre Shakira y Carlos Vives ha seguido creciendo a lo largo de los años, reflejado en detalles tan especiales como la canción Currambera, que Vives compuso y le dedicó a Shakira en su cumpleaños en 2022. Este gesto público fue una muestra más de la admiración y afecto que existe entre ambos, consolidando una relación que trasciende la música y que está profundamente enraizada en su amor por Colombia y su cultura.
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