A día de hoy, después de tantos años de estudio, de tantas letras de canciones y de tantísimos autores y poetas que han dedicado su carrera a ello, seguimos sin poder describir con exactitud qué es el amor. Ni su definición, ni lo que es para nosotros. Pero no saber explicarlo, no significa no sentirlo. Y precisamente el amor es uno de los sentimientos que más sensaciones nos despiertan.
Sabemos que cuando nos enamoramos, nuestro cuerpo cambiar. Algo hace ‘clic’ en nuestro organismos que nos impide dormir, comer con normalidad o pensar con claridad. Cuando estamos enamorados, el estómago nos da un vuelco, se nos pinta una sonrisa perenne en la cara, nuestro corazón palpita ansioso ante la persona que nos hace suspirar y nuestro cuerpo parece vibrar.
Hasta aquí todo son síntomas físicos que, quien más o quien menos, los siente cuando pasamos por este proceso de encaprichamiento. Y, ¿qué pasa con lo demás? Se suele decir que cuando caes en las garras de Cupido, no piensas de forma razonable y que nuestro corazón y nuestro cerebro parecen haber tomado caminos por separado. Pero, ¿es así de verdad? ¿Abandonamos nuestro raciocinio ante el amor?
Esta es la pregunta que se han hecho numerosos investigadores y, de hecho, muchos de ellos lo han abordado. Es el caso de la psicóloga Virginia del Palacio, de BlaU de Sanitas, quien se interesó por estudiar qué es lo que le pasa a nuestro cerebro cuando nos enamoramos y la respuesta se basa casi de forma unánime en una cosa: las hormonas.
Son estas las que influyen en nuestro comportamiento y, por ende, en cómo experimentamos este enamoramiento. Por su parte, la jefa del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja, Cristina Fernández, destaca en Vanitatis lo que se podría llamar como ‘química del amor’.
«Cuando nos enamoramos, la dopamina, conocida como la hormona del placer, se libera a niveles extraordinarios», explica. De esta liberación surge una «explosión química» que nos produce cierta sensación de «euforia» y «placer» que, curiosamente, también aparece con otras actividades más… rutinarias y, desde luego, nada románticas.
«Comparte similitudes sorprendentes con experiencias como los juegos de azar y el consumo de drogas», añade. Después, cuando esa reacción química ya se ha disparado, es cuando entran en acción las hormonas y los neurotransmisores, las causantes de algunos síntomas como la atracción —cóctel de feromonas, estrógenos y testosterona— y la adrenalina.
Pero es la gran reina en este baile que es a veces el proceso de enamoramiento es la dopamina, ya que es la causante de las sensaciones más álgidas y adictivas: euforia, subidón de energía y ánimo y placer. Pero no es la única anfitriona de este festín. No olvidemos esa extraña sensación de estar flotando, como paseando entre nubes. Eso tiene nombre y es la feniletilamina.
A ella se le suma otro compuesto químico, la norepinefrina. Ella es la culpable de que sientas vergüenza por si alguien escucha los latidos tan fuertes de tu corazón cuando piensas en tu crush o lo tienes delante y de que te pongas nervioso o no sepas qué decir ni cómo actuar.
Pero, además de la hormona del placer, según las expertas, es la oxitocina la que nos ayuda a crear las uniones y conexones emocionales a otras personas, y la serotonina la que nos deja con esa sensación de estar felices todo el día.
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