La psicóloga infantojuvenil Blanca Santos Giménez, directora de Azul Psicoterapia y profesora de Psicología la Universidad San Pablo CEU, explica en El País que al dejar a los pequeños participar en la cocina, «se familiarizan con los alimentos y disfrutan de su preparación, y esto a su vez favorece una saludable relación con la comida: prueban y descubren sabores y cocciones nuevas, que les acercan a la comida de una forma divertida. Un entorno emocionalmente positivo alrededor de la comida hace que esta sea una experiencia nutritiva, tanto física como emocionalmente».
Además de desarrollar aprendizajes experienciales como: «el trabajo en equipo, el respeto por el gusto de los demás y por el nuestro propio, practicar la paciencia, la tolerancia y el orden», explica Rosa Mª Nieves, que dirige la escuela de cocina para niños Kitchen Academy y es psicóloga de formación. Y por si esto fuera poco, añade que «a nivel neuropsicológico, desarrollan funciones ejecutivas, de planificación y atención, además de memoria de trabajo y procedimental, psicomotricidad fina…«.
A su vez, la doctora Nimali Fernando, pediatra y fundadora del proyecto Doctor Yum Project (en inglés), una organización sin fines de lucro que ofrece capacitación en la cocina y educación sobre la nutrición a las familias, explica en healthychildren.org que se pueden enseñar muchas cosas mientras se cocina y añade que «cuando se sigue una receta con los niños, es lógico descubrir naturalmente conceptos matemáticos, como cálculos, mediciones y fracciones. Explicar cómo cambian los alimentos al estar expuestos al calor o cómo determinados alimentos pueden ayudar a que nuestro cuerpo esté sano significa una maravillosa lección de ciencias».
Los expertos insisten en estar pendientes, eso sí, de la seguridad en la cocina, de enseñarles a utilizar los utensilios de forma correcta, a protegerse las manos con manoplas y de supervisar a los niños cuando entren den la cocina teniendo en cuanta su edad y las habilidades para las que están preparados.
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