Christina Aguilera, una de las voces más icónicas del pop, ha creado revuelo en redes. La década de los 90 llevaban sus nombre, así como la primera década de los 2000. La neoyorkina sigue subida a los mejores escenarios y llenando los recintos en los que actúa. El festival Tecate Emblema 2024 de México ha sido el último testigo que ha presenciado su espectáculo y desde entonces su nombre está en boca de todos.
Esta vez se trata de su estado de salud. Si la apariencia física de las estrellas antes acostumbraba a ser noticia, ahora el punto de vista es otro. Sin embargo, siempre se encuentran en el punto de mira. La obsesión de las estrellas por no envejecer, conocida como midorexia, se ha convertido en un fenómeno cada vez más evidente en la industria de la música. La midorexia describe «la necesidad compulsiva de aparentar una edad mucho menor», algo que muchos iconos parecen experimentar. Pero esta presión no surge en el vacío.
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La industria del entretenimiento, con sus implacables estándares de belleza, fomenta una cultura donde la juventud y la apariencia física se valoran por encima de la autenticidad y la madurez. La cantante de Pero Me Acuerdo De Ti ha pasado por múltiples transformaciones, algunas de las cuales han suscitado comentarios sobre su aparente intención de mantener una imagen inalterada con el paso del tiempo. Esta presión por mantenerse eternamente joven no es exclusiva de Aguilera; figuras como Jennifer López, Ricky Martin y Miguel Bosé también enfrentan el escrutinio constante de una industria que parece no aceptar que el tiempo pase para ellos.
La responsabilidad de esta situación se atribuye con frecuencia a los comentarios en las redes sociales, donde las críticas y comparaciones son constantes. No obstante, hay que reconocer que la verdadera presión proviene de las altas esferas de la industria. Las decisiones de los ejecutivos y las oportunidades laborales tienden a favorecer a aquellos cuya apariencia se ajusta a los estándares normativos de juventud. Esta dinámica perpetúa un ciclo en el que envejecer se convierte en un tabú, y mantener una apariencia determinada se ve como una necesidad profesional.
Jennifer López, por ejemplo, ha confesado estar obsesionada con su cuerpo. La intensa presión a la que está sometida la llevó a sumar a su rígida rutina deportiva, técnicas de adelgazamiento y procedimientos estéticos cada vez más complicados de seguir. Tratamientos invasivos, dietas extremas y regímenes de ejercicio extenuantes se promueven «como el camino hacia el éxito».
«Siento que esto es lo que soy» se sinceró hace diez años en una entrevista cuando cumplió 44 años. En lugar de celebrar la madurez y la experiencia, la industria del entretenimiento a menudo reduce a sus estrellas a meros objetos de consumo visual, ignorando el valor que la autenticidad. La resistencia a aceptar el envejecimiento natural no solo afecta a las celebridades, sino que también envía un mensaje dañino al público de estas artistas, entre los que se encuentran muchas niñas y niños.
La verdadera revolución en la industria del entretenimiento ocurrirá cuando la autenticidad se valore tanto como la juventud, y cuando las decisiones se basen en el talento y la experiencia, más que en una apariencia física inalterable. Solo entonces podremos decir que hemos evolucionado hacia una cultura que celebra la plenitud de la vida en todas sus formas y edades.
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