A poco menos de 48 horas del estreno mundial de Palmeras en el jardín, su nueva canción, Cadena Dial ha sido testigo en primicia de la escucha y el visionado del videoclip que lo acompaña. Una experiencia que ha podido vivir en primera persona nuestra compañera Carmen Ramírez, como parte de un selecto grupo de periodistas invitados a la acción propuesta por Sony Music.
Pasaban unos minutos de las 10 de la mañana y después de recibir una cajita con un surtido de palmeras de distintos sabores, en claro guiño al título de la canción, tres coches clásicos, como esos que todavía circulan por La Habana, fueron el medio de transporte de la comitiva que partió del Hotel Riu, en plena Plaza de España recorriendo el eje de Gran Vía-Alcalá, para concluir La Puerta de Alcalá, más concretamente en el restaurante Ramsés. Durante el trayecto, unas cámaras instaladas en el interior de los coches fueron grabando las reacciones de los presentes al escuchar por primera vez la nueva canción de Alejandro Sanz.
La emoción reflejada en las caras era evidente y es que el tema no es para menos: nunca antes el artista se había expresado de manera tan evidente sobre su vida privada. La melodía, elegantísima, recuerda el latido de un corazón pausado, un corazón que sigue latiendo pese a todo lo vivido.
Tras escuchar Palmeras en el jardín en un par de ocasiones, llega el momento de ponerle imágenes. Cada cual tiene una idea de lo que ahí se verá: quizás una playa, quizás imágenes de aquí y de allá. La imaginación es libre y todavía no está condicionada.
Nos anticipan que el vídeo ha sido rodado por René Pérez Joglar, Residente, quien fuera miembro de Calle 13, sinónimo de un lenguaje visual potente, cargado de simbología y que nunca deja indiferente a nadie.
Reunidos ya en la sala, se corren las cortinas, quedando todo en penumbra. Antes de ver el vídeo aparece en pantalla Alejandro Sanz para agradecer nuestra presencia y presentar su nuevo trabajo.
Las imágenes se van sucediendo, cuentan una historia, dan información, conecta con las emociones, es un disparo al corazón. El agujero en el alma ya está hecho, el vacío se hace presente. Los vellos se erizan, el nudo en la garganta vuelve a aparecer como ya lo hiciera escuchando el tema en el auto. Al cabo de dos minutos, tras el fuerte oleaje, la música cesa y queda flotando en el ambiente una sensación extraña, de haber reconocido las emociones ahí contadas. Algunas de las imágenes recién vistas se vuelven a reproducir al cerrar los ojos, quedan ganas de volverlo a ver.
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