Bunbury introduce Landázuri, un Txakolí destinado a hechizar a expertos y neófitos por igual. Este emprendimiento trasciende la mera afición; es un tributo apasionado a sus orígenes y a el rico tapiz de la viticultura, reflejando su compromiso inquebrantable con la calidad y la autenticidad.
«Este Txakoli es el resultado de la investigación, la pasión y el amor por el acto creativo, tanto en la factura como en la degustación de un gran vino. Landázuri nos remonta a la casa, el campo y mis raíces en Navarra y el País Vasco. “Landa” se refiere al campo y “Zuri” a blanco. Poder ofrecer este gran vino es un viejo sueño que hoy por fin se cumple y llega a vuestra mesa. Que no nos falten los pequeños placeres que nos conectan directamente a nuestra memoria y la naturaleza misma.»
– Enrique Bunbury –
Así lo compartió en sus redes sociales:
Landázuri nace de una colaboración inspiradora entre Bunbury y LVRE Wines, fusionando la sensibilidad artística única de Bunbury con la maestría vinícola de LVRE. Esta alianza promete llevar a los aficionados al vino por un viaje sensorial único, donde cada botella captura la esencia de la tradición y la innovación. Landázuri no solo simboliza un homenaje a los orígenes del artista, sino que también representa el compromiso de LVRE Wines con la calidad y la expresión auténtica, creando así vinos que resonarán con los paladares más exigentes y los corazones de los amantes del arte por igual.
Este proyecto desafía las convenciones tradicionales en la producción de Txakolí, un vino atlántico tanto por su origen como por su proyección al mundo.
Landazuri es un Txakolí de Bizkaia elaborado a partir de las variedades Hondarribi Zuri (Gros Courbu), Hondarribi Zuri Zerratia (Petit Courbu), Riesling e Izkiriota (Gros Manseng) de viñedos situados en las laderas de Orozko sobre puros suelos calizos. Vendimiadas de manera individual atendiendo a su maduración óptima por suelo y orientación.
Elaborado realizando microvinificaciones de cada variedad por separado utilizando barricas de roble francés y fudres para realizar un ensamblaje minucioso en el que cada variedad aporte al vino su matiz en una composición final fresca pero elegante y compleja.
En copa vamos a encontrarnos visualmente con un ropaje amarillo dorado con tímidos reflejos verdes, intenso y brillante. Al acercarlo a la nariz mostrará un inicio de pera y manzana madura para pasar en una segunda fase a notas florales evolucionando a miel. El trago es amplio, cremoso por su paso por maderas nobles resultando mineral y largo.
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