El álbum, producido por Luis Miguélez y Miguel Ángel Arenas ‘Capi’, fue un experimento musical que fusionaba el flamenco con el techno, un estilo poco común y difícil de categorizar. Grabado en solo tres semanas, el disco presenta canciones que hoy podrían parecer inusuales en el repertorio de uno de los cantautores más reconocidos de habla hispana.
El propio Sanz ha comentado en entrevistas que «no se ve reflejado» en ese trabajo, y que ni siquiera entendía el significado del título en ese momento. «Tenía 17 o 18 años cuando lo grabé. Me cogió gente de la industria y decidió ese título. Pero es que escogieron a la persona equivocada» confesó en una entrevista con El País en 2015.
La portada del álbum muestra a un Alejandro Sanz muy diferente al que conocemos hoy: vestido con una chaquetilla de torero y adornado con una pegatina de un smiley típico de la cultura rave de finales de los años 80. El resultado es un disco que el propio Sanz ha tratado de dejar en el pasado, aunque con el tiempo se ha convertido en una pieza codiciada por coleccionistas. De hecho, en el mercado de coleccionismo, el álbum puede alcanzar precios elevados debido a su rareza, ya que solo se lanzaron 500 copias.
El disco fue recibido con indiferencia tanto por el público como por la crítica en su momento, y nunca fue reeditado. La historia cuenta que José Barroso, propietario de la marca Don Algodón, compró los derechos del álbum para regalárselos a Sanz, permitiéndole así cerrar definitivamente ese capítulo de su carrera.
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