Sin embargo, matizan que «la depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana».
Desde la OMS exponen algunos de los síntomas de esta enfermedad, entre los que están la tristeza, irritabilidad, sensación de vacío, la pérdida del disfrute o del interés en actividades, «la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos dos semanas»
A estos se añaden síntomas como «dificultad de concentración, sentimiento de culpa excesiva o de autoestima baja, falta de esperanza en el futuro, pensamientos de muerte o de suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio acusado o de falta de energía».
Es decir, «de cara a la galería» parecen no sufrir ninguna enfermedad y mucho menos una depresión, aunque la realidad es que están exhaustas porque cualquier cosa les supone una lucha. Los pacientes suelen ir al médico con quejas de dolores y molestias orgánicas, cuyo origen, sin embargo, es psicológico.
Refieren dolor de cabeza, lipotimias, naúseas, alteración del ritmo intestinal, fatiga, sueño, pérdida de peso, picor en la piel y alopecia entre otros síntomas. Todo ello hace que comiencen un peregrinar por distintos médicos hasta que finalmente se diagnostica depresión, un diagnóstico tardío que retrasa también su tratamiento y hace que su recuperación sea más lenta e incluso que la enfermedad se cronifique.
Desde eldiario.es explican que «se calcula que la depresión en atención primaria se presenta con quejas físicas entre el 45% y el 95% de los casos, según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).»
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