Según la Organización mundial de la salud (OMS), «la depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo, pues se estima que afecta a un 3,8% de la población, incluidos un 5% de los adultos y un 5,7% de los adultos de más de 60 años».
Sin embargo, matizan que «la depresión es distinta de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana».
Desde la OMS exponen algunos de los síntomas de esta enfermedad, entre los que están la tristeza, irritabilidad, sensación de vacío, la pérdida del disfrute o del interés en actividades, «la mayor parte del día, casi todos los días, durante al menos dos semanas»
A estos se añaden síntomas como «dificultad de concentración, sentimiento de culpa excesiva o de autoestima baja, falta de esperanza en el futuro, pensamientos de muerte o de suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio acusado o de falta de energía».
Y precisamente algo que tiene que ver con los síntomas físicos es la «depresión silenciosa». Se trata de personas que a pesar de tener este tipo de síntomas siguen con su vida normal, participan en compromisos sociales e incluso siguen yendo a trabajar.
Es decir, «de cara a la galería» parecen no sufrir ninguna enfermedad y mucho menos una depresión, aunque la realidad es que están exhaustas porque cualquier cosa les supone una lucha. Los pacientes suelen ir al médico con quejas de dolores y molestias orgánicas, cuyo origen, sin embargo, es psicológico.
Refieren dolor de cabeza, lipotimias, naúseas, alteración del ritmo intestinal, fatiga, sueño, pérdida de peso, picor en la piel y alopecia entre otros síntomas. Todo ello hace que comiencen un peregrinar por distintos médicos hasta que finalmente se diagnostica depresión, un diagnóstico tardío que retrasa también su tratamiento y hace que su recuperación sea más lenta e incluso que la enfermedad se cronifique.
Desde eldiario.es explican que «se calcula que la depresión en atención primaria se presenta con quejas físicas entre el 45% y el 95% de los casos, según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).»
La intervención médica y el apoyo psicológico son fundamentales para tratar la depresión, de ahí la importancia de un diagnóstico rápido que permita iniciar el tratamiento cuanto antes. Desde la OMS explican que según sea la intensidad y tipología de los episodios depresivos a lo largo del tiempo, se «pueden ofrecer tratamientos psicológicos, como la activación conductual, la terapia cognitiva conductual y la psicoterapia interpersonal, y/o medicamentos antidepresivos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los antidepresivos tricíclicos».
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