La invención de una costumbre tan arraigada en nuestro país como la siesta se le atribuye a San Benito Abad, creador de la hora sexta u hora de la siesta. Y es que según la tradición, el Santo, patrón de Europa, enseñó a los monjes a construir relojes para contar las horas y estableció una serie de horas con las obligaciones, comidas, oraciones y ceremonias a realizar en cada una de ellas siendo la hora sexta, la dedicada en la regla benedictina al descanso. Hoy hablamos de por qué no perder la costumbre de la siesta en verano.
Hace apenas un mes hablábamos de un reciente estudio publicado en la revista Sleep Health que confirma que dormir entre veinte y treinta minutos de siesta al día es muy beneficioso para nuestra salud y que incluso puede ralentizar el proceso de envejecimiento del cerebro.
Un grupo de científicos de la University College London (UCL) y la Universidad de la República de Uruguay, son sus autores y han analizado los efectos de dormir la siesta en un grupo de personas de entre 40 y 69 años. La conclusión es que «existe un vínculo entre las siestas regulares diurnas y un mayor volumen cerebral total«. Y es que tal y como explican desde Xataka, «la pérdida de volumen cerebral es uno de los efectos de algunas enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer». Es decir, si contribuye a una buena salud cerebral.
Victoria Garfield, miembro del equipo responsable de la investigación explicaba en una nota de prensa: «Nuestros descubrimientos sugieren que, para alguna gente, breves siestas diurnas pueden ser parte del puzzle que ayuda a preservar la salud del cerebro según envejecemos».
Por otra parte el médico experto en sueño, Javier Albares explica en la revista TELVA que «la siesta tiene importantes beneficios para nuestra salud, desde mejorar las capacidades cognitivas y el estado de ánimo, hasta propiciar ajustes beneficiosos para nuestro sistema cardiovascular, como la regulación de la tensión arterial«.
Aunque la recomendación de los expertos es que sea breve, ya que si no podría afectar a nuestro descanso nocturno y alejada de la hora de irnos a dormir, antes o después de comer es lo ideal. Además de no obsesionarnos con dormir, basta con cerrar los ojos un rato y relajarnos en un lugar cómodo.
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