¿Y qué hacemos ante esto? Pues normalmente cualquier persona que se encuentra una parte con moho procede a quitárselo y a comerse el resto de la fruta, aunque también es común hincarle el diente y darnos cuenta de que no está en buenas condiciones por el sabor que nos deja en la boca… Pero, ¡cuidado! porque cualquiera de estos actos puede derivar en muchos riesgos, aunque no afecte directamente a nuestra salud ni sea habitual que provoque algún tipo de malestar. No obstante, hay personas que han llevado a desarrollar algún tipo de alergia.
Lo cierto es que todas las frutas se acaban pudriendo tarde o temprano, como ocurre con casi todos los alimentos, aunque es cierto que hay algunos factores que aceleran ese proceso. Se trata de un proceso totalmente natural en el que algunos de los principales culpables son el aire, la humedad, la luz, la temperatura y, sobre todo, el crecimiento microbiano.
La mayoría de las frutas se echan a perder rápido debido a la invasión microbiana que ocurre después de que se produzca una reacción bioquímica natural. Aunque como adelantábamos no tiene porque generar un problema de salud en un individuo, tan solo pierde vitaminas y nutrientes, al final no podemos olvidar que son bacterias y microbios que ya están en su interior y al ingerirlo se meten en nuestro cuerpo.
No obstante, uno de los riesgos que genera son las microtoxinas, sobre las que como advierte Rosa Porcel, investigadora en la Universidad Politécnica de Valencia, produce «hongos que ni se ven ni se huelen ni tienen sabor», pero que pueden derivar en «una intoxicación crónica, capaz de producir cáncer».
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