Desde el periódico El país aluden a la psicóloga Begoña Ibarrola, que explica que muchos padres cuando sus niños no replican este tipo de comportamientos tienden «a poner etiquetas con las que muchos menores sufren porque se creen que los adultos les critican por no ser afectivos».
En el mismo medio Arantxa Arroyo, guía Montessori y codirectora de la escuela activa Magea explica como evitar que estas situaciones generen un conflicto entre el niño, los padres y el adulto que quiere ser saludado. Para ello habla de la disciplina positiva desde la que se trabajan los cinco lenguajes del amor, que tienen su base en las ideas que publicó el escritor y consejero matrimonial Gary Chapman que hablando del amor en pareja explica que «cada ser humano tiene una manera distinta de expresar el afecto», una idea que cinco años más tarde extrapoló a su teoría para educar a los niños en este sentido.
La neuroeducadora Carmen Prieto cuenta en Guia Infantil que dar un beso, «para un niño es una acción con la que expresa a su persona de referencia el gran amor que siente por ella; no se lo da a cualquiera. Por eso no tiene mucho sentido presionar al niño para que salude con un beso o con un abrazo a personas a las que no ha visto en su vida, o con las que apenas tiene confianza.»
Algo en lo que coincide el psicólogo Alberto Soler que explica en epe.es que «para los peques un beso o un abrazo puede ser algo más que un simple convencionalismo, son manifestaciones de cariño, de afecto, no se lo dan a cualquiera. Está bien que sean selectivos y que miren bien a quién se acercan».
Arantxa Arroyo por su parte considera que «hay que hablar con el menor sobre cómo quiere saludar y explicarle al adulto desde la calma y no desde el ataque, que el beso es algo muy íntimo y que el menor debe elegir a quién dárselo». Decidir sobre su conducta social le enseña al niño a poner límites y lo que es más importante «a decidir sobre su cuerpo y su amor», explica la educadora que añade que «los niños que aprenden esto desde su hogar tienen más capacidad para decidir sobre su cuerpo en otros entornos no tan seguros». Y que si la otra persona no lo entiende los padres son los que tenemos que gestionarlo.