Este anglicismo significa Fear Of Missing Out (FOMO), que hace referencia al miedo de perderse algo o simplemente a dejar pasar una oportunidad, es una patología generada por la dependencia de las redes sociales en las que impera la necesidad de mostrar cómo nos gustaría ser y no cómo realmente somos.
Y son las generaciones más jóvenes las que más sufren este miedo a perderse planes puesto que son los usuarios que más horas pasan conectados a las redes.
El síndrome de ‘FOMO’ es una patología definida por los psicólogos como una aprehensión a no vivir experiencias agradables o gratificantes porque no puedes o porque estás ausente mientras que al resto de individuos sí les produce sensaciones positivas, lo que puede acabar convirtiéndose en una alarma preocupante.
Para que puedas entenderlo las personas que padecen esta patología tratan de encontrar continuamente una interacción en las redes sociales porque, de lo contrario, sienten que no están conectados con lo que otros hacen y, por tanto, perciben que se encuentran ausentes y fuera del juego. Y eso, a veces les genera incomodidad, incluso tristeza. De esta forma, es más habitual de lo que se cree que aparezcan todo tipo de inseguridades.
¿Mis amigos habrán quedado hoy? ¿Me estarán dejando de lado? Unas preguntas que podrías hacerte si, por ejemplo, por decisión propia has tomado la decisión de no acudir a un evento con tu entorno y comienzas a sentirte mal, abrumado y hasta triste cuando ves cómo se lo pasan a través del contenido, que han compartido en las redes sociales. Por increíble que te parezca es una sensación que se repite con más frecuencia de la que crees.
Pese a que su uso empiece a resultarnos algo familiar, el término ‘FOMO’ comenzó a plantearse por primera vez en la década de los 90, donde empezó a hablarse del miedo que sienten algunas personas ante la posibilidad de no disfrutar de algún plan.
Con este escenario, los individuos querían vivir una vida más al límite o al menos, más experiencial con el único objetivo de estar entretenido con algo. Pero la aparición de las nuevas tecnologías y el nacimiento de las redes sociales ha ido cambiando este concepto hasta tal punto que, ahora en la mayoría de los casos, es definido como una ansiedad social alentada por el miedo de no acudir a un evento que el resto de personas sí está disfrutando.
Para empezar, es importante señalar que existen dos perfiles muy claros que sufren este trastorno. Por un lado, se encuentran las personas inseguras y con una autoestima baja, que tienden siempre a sentirse solos. Estos recurren a las redes sociales que, a través de las interacciones, sienten que mejoran su autoestima, pero están muy alejados de esa realidad.
Por otro lado, se encuentran los jóvenes que pasan cada vez más horas consumiendo contenidos digitales. Es frecuente que vean alterada su burbuja cuando alguien les llama la atención y les invita a socializar en el mundo real.
Este es probablemente uno de los puntos de mayor comprensión. Los contenidos digitales han generado una gran dependencia a los usuarios. Por lo que la prueba de fuego para determinar cuándo debes o no ponerte en manos de profesionales es justo aquella que te permita romper con ese apego.
Aquí lo ideal sería probar suerte poniendo tu móvil en modo avión o directamente apagarlo durante uno o tres días y ver qué sientes y cómo lo canalizas. Si no has podido superar esta pequeña prueba, entonces toma consciencia porque lo que era una simple alarma se ha acabado convirtiendo en un problema grave.
Por supuesto también necesitas mirar con lupa o perspectiva lo que haces porque si a eso le sumas que vives más conectado al mundo digital que al real, entonces no hay dudas de que padeces este trastorno.
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