Y hablábamos de un tipo de producto muy concreto, aquellos que estaban colocados en la línea de cajas, suelen ser pequeños y normalmente los compramos a pesar de que no tengamos muy claro si lo necesitamos o no.
Es decir, algo tan simple como colocar un producto de forma que parezca que está de oferta en los lineales de las cajas aunque no lo esté, nos incita a comprar. Se denominan productos irracionales y entre ellos están los chicles, las galletas o el chocolate y por supuesto todo un clásico, las pilas. Que estén en el lineal de caja, justo antes de pagar, no es casualidad.
Y no es la única estrategia de los supermercados para que compremos más y lo más caro. Normalmente, los productos que llevamos en nuestra lista de la compra, esto es leche, huevos, aceite, carne o pescado, suelen estar al final del establecimiento, algo que tampoco es casualidad, se trata de una estrategia para que recorramos todos los pasillos y al final compremos algo que no teníamos previsto.
A esto se añaden otras tácticas como usar colores que hagan más atractivos los productos y nos hagan pensar que lo necesitamos. Una iluminación más cálida nos incitará a coger el producto (en el caso de las frutas, por ejemplo, se trata de conseguir que se vean más rojizas, más maduras y con mejor aspecto) o poner envases grandes de algo junto a la versión en pequeño, así tendremos la sensación de que estamos ahorrando y acabaremos comprando el envase grande.
La temperatura y la música son otros dos factores que estos establecimientos manejan para incitar al comprador a coger determinados productos. Lo normal es que haya una temperatura agradable, en torno a los 22-25 grados, para cómo explican desde el mismo medio, «conseguir que el cliente esté a gusto y esté más tiempo en el supermercado, lo que dispara las posibilidades de que compre más». En el caso de la música potencia el ritmo de nuestra compra, más o menos rápida.
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