Muchos de nosotros nos hemos asombrado ante la facilidad con la que nuestras mascotas confían en prácticamente todas las personas del planeta sin saber siquiera si son personas de fiar. Porque si los gatos tienen fama de independientes y ariscos, los perros llevan colgado el cartel de ‘crédulos’ y con más dependencia de sus dueños…Hasta ahora.
La ciencia ha vuelto a dar un golpe en la mesa y parece haber puesto en entredicho estas creencias populares o estereotipadas. Un estudio de la Universidad de Kioto ha demostrado que los canes sí son capaces de identificar a las malas personas; y seguro que a esas no se acercan.
Así lo ha reflejado la investigación impulsada por Akiko Takoaka, experta en comportamiento animal que inició el estudio con un objetivo primordial: saber si el perro sigue confiando en una persona que lo ha engañado.
Es decir, que los perros saben que han sido engañados y no solo eso, sino que también lo recuerdan y, por eso, desconfían. Para corroborar esta teoría pusieron en marcha un experimento que se dividía en tres partes.
En la primera de ellas, uno de los participantes interactuaba con los animales y les señalaban un bol de comida lleno. En el curso normal del ensayo, ellos corrían ansiosos y se lo terminaban todo. En la segunda fase, otras personas señalaban a los canes varios comederos que resultaban estar vacíos, algo que las mascotas no descubrían hasta que no se acercaban al recipiente.
Por último, los mismos participantes de las anteriores fases del experimento volvían a encontrarse con los perros y les enseñaban varios comederos.
¿Qué ocurría entonces? Que los perros a los que les habían tomado el pelo y les habían señalado boles sin comida, no hacían ni caso a los seres humanos. Ante estos resultados, los científicos concluyeron que los perros no confían en quienes les han mentido, según quedó publicado en la revista Animal Cognition.
Pero este no ha sido el único ensayo que se ha llevado a cabo para corroborar esta hipótesis. Desde el Departamento de Psicología de la Universidad de Kyoto, del equipo de Takoaka, congregaron a diversos perros con sus respectivos dueños y otro número de voluntarios, desconocidos para los animales.
A parte de estas personas se les pidió que interactuaran con los dueños y que, en presencia de su mascota, fueran visiblemente cordiales y amables con los propietarios. Al resto de voluntarios se les indicó lo contrario, que fueran muy expresivos mostrando su apatía hacia los dueños.
Tras esta pequeña interpretación, los voluntarios (los cordiales y los desagradables) ofrecieron comida a los perros y esto fue lo que ocurrió: aquellos que habían sido amables vieron que los canes les hacían caso y aceptaban la comida, mientras que los otros que habían sido ásperos con sus dueños, recibieron cierta hostilidad y rechazo por parte de las mascotas.