No sabemos si es tu caso pero por si acaso te ponemos en situación. Conoces a alguien que te parece maravilloso en todos los sentidos, es lo que buscas en una pareja, estás a gusto con él o ella, coincides en forma de ver la vida e incluso en aficiones pero sin embargo hay algo que te echa para atrás sobre esta persona: sus besos no te gustan nada de nada. Besos pareja
«Cuando conocemos a alguien, necesitamos saber si somos compatibles, más allá de si si nos gusta el cine, el teatro o ir a cenar, genéticamente. Por eso, cuando nos damos un beso en la boca, más allá de lo placentero que esto pueda resultar, también estamos analizando (sin darnos cuenta, claro está) la compatibilidad que tenemos con el otro. Porque todos tenemos un ‘gusto’, por decirlo de alguna manera, y esa es la forma en que lo conocemos. Esto explica la razón por la cual a veces besamos a alguien y nos gusta mucho y a veces pasa todo lo contrario», explica en El Mundo el psicólogo experto en vínculos Sebastián Girona.
Si nos damos cuenta de lo segundo, que no nos guste nada como besa esa persona especial, lo primero es no agobiarse, puede ser que tan solo sean nervios. Con un poco de paciencia el cambio es posible.
En un artículo en La Vanguardia, la sexóloga Núria Jorba explica que no hay un modo correcto de besar, tocar o acariciar, «es una cuestión totalmente subjetiva, cada uno tiene su estilo. Podemos conocer a alguien que consideramos que besa mal, pero a otra persona le pueden parecer unos besos irresistibles».
Esta experta aconseja en primer lugar adoptar una actitud proactiva y dar señales de como nos gustan los besos, es decir ‘llevar las riendas de la situación’. Lo normal entonces es nuestra pareja se deje llevar e imite nuestro estilo.
Otra opción es convertir el momento en un juego de aprendizaje diciéndole, mostrándole como te gustan los besos a la vez que le dices, «así me encantan los besos». Y es que «el refuerzo positivo es básico para generar una conducta que se repita», explica.
Jorba insiste en hablar y gestionar las cosas que no nos gustan desde el principio de la relación y no esperar a que cambien solas, ya que «con el tiempo es mucho más difícil conseguir cambios porque ya se han creado hábitos».
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