Ambos viajaron a la bodega Cinco Jotas (en Jabugo, Huelva), donde ataviados con batas y gorros blancos de laboratorio comenzaban la visita a la bodega con un paseo por las dehesas dónde se crían los cerdos ibéricos en total libertad, alimentándose de pastos, hongos, bellotas de encinas y alcornoques. Una dieta que como explica la periodista » le da un intenso sabor a nuez a la carne: delicada, pero terrosa, el umami de los prados impregna cada bocado».
Después llegó el turno de la cata, para ello se dirigieron a las salas de degustación, para probar el jamón. «La carne es mantecosa y rica, bellamente veteada con la grasa tierna que se derrite en la punta de los dedos», explica.
El chef extremeño parece tenerlo claro, para él es el mejor jamón y él solo sirve lo mejor. «Nuestros platos de jamón se vacían en minutos. Como es una comida tan indulgente para saborear, realmente debería compartirse», cuenta.
El reportaje destaca que desde 1879 el proceso de fabricación de los jamones no ha cambiado en este pueblo de Jabugo dónde los maestros controlan de cerca a diario la humedad y la temperatura de las bodegas que describen como el paraíso de los amantes de la comida. «Miles y miles de jamones relucen en las bodegas de curación de Cinco Jotas, embalsamados con aceite para preservarlos durante el proceso de maduración natural, que puede durar hasta tres años, y apilados del suelo al techo», explica.
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