Edwin Arrieta parecía gozar de un patrimonio abundante pero, ahora, desvelada su herencia tras su asesinato, se ha descubierto que no «era oro todo lo que relucía»
Como han dicho familiares y amigos, Arrieta atesoraba mucho amor y cariño, porque era una persona que cuidó a los suyos siempre y estaba dispuesto a ayudar a los demás. Pero eso le dejaba pocas posibilidades para ahorrar. Lo que tenía lo gastaba en los suyos.
De hecho, decidió vender un chalet que tenía en su país natal para comprar un piso a su única hermana. Él, sin embargo, vivía de alquiler al norte de Montería.
Edwin volaba de forma frecuente de Colombia a Chile donde ejercía su profesión y operaba en diversas clínicas ya que no tenía un centro propio: alquilaba un quirófano para operar a sus pacientes.
De vez en cuando viajaba a nuestro país, siendo durante uno de esos viajes cuando se cruzó en su camino Daniel Sancho, que meses después se convertiría en su presunto verdugo.
Se hospedaba en el hotel Wellington de Madrid, uno de los más caros de la capital, pero bien es cierto que le gustaba vivir bien, al día. Lo que tenía lo gastaba: «carpe diem» aunque sí había llegado a acumular una pequeña cantidad de dinero que pensaba invertir.
De hecho, amigos suyos recuerdan que uno de sus propósitos era ahorrar dinero para comprar una casita a sus padres. De momento, tras vender su chalet de recreo en una playa de Córdoba les regaló un piso en su Lorica natal.
Otra de las inversiones que tenía en mente tenía que ver con los negocios culinarios de Daniel Sancho. Finalmente, su presunto asesinato en manos del chef dio al traste con todos sus planes.
Su familia no deja de llorarle mientras, confiesan, rezan para que Sancho pase el resto de su vida en la cárcel como castigo al crimen cometido.
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