Era la noche del 22 de septiembre de 1962 cuando un jovencísimo Julio Iglesias, que por entonces formaba parte de la plantilla del Real Madrid, sufrió un accidente de tráfico. El coche que conducía chocó contra unos arbustos en la zona de Majadahonda, en el norte de Madrid. Este acontecimiento tuvo consecuencias fatales para Iglesias, que vio truncadas sus ambiciones deportivas como portero del club blanco.
Aunque esa no era entonces la mayor preocupación, pues los médicos le dieron un diagnóstico nada esperanzador: este no volvería a caminar. Ahora sabemos que no ha sido así, pero lo que es un hecho es que este incidente puso la música en el camino de Julio Iglesias. «Ese accidente, como digo siempre, juntó mi alma con mi cabeza y empecé a vivir una aventura que aún no ha terminado«, cuanta este.
Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga, y aunque nunca podríamos alegrarnos por una tragedia como esta, lo cierto es que a raíz de ella no solo nació un gran artista, sino también una de las canciones más importantes de nuestra música: La vida sigue igual.
«Esta canción la escribí pensando en lo que sentía en aquellos momentos después de mi operación. Saqué fuerzas que no tenía con la música que me daba una guitarra y escribí estos pequeños versos sin saber dónde iban a terminar o dónde iban a empezar», escribe el artista en la misma publicación.
Un tema que le llevó al Festival de Benidorm del año 1968, que a su vez le sirvió como pase directo al éxito en la industria musical. Dos años más tarde estaba representando a España en el Festival de Eurovisión con Gwendolyne.
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