Estos estuvieron acompañados por sus seres queridos en una celebración que contó con alrededor de cuatrocientos invitados. Superados todos los baches, la pareja se disponía a disfrutar de su gran día. No obstante, también hubo acontecimientos inesperados que incluso podrían haber terminado en tragedia.
Según la revista, fue Alejandra Onieva, hermana de Íñigo, la que se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Los hábitos del cura habían comenzado a arder por su proximidad a unas velas, momento en el que no dudó en tomar acción y apagar las llamas dando unos golpes con sus propias manos.
Tras una preboda celebrada el día anterior, la pareja se fue cada uno por su lado. Tamara Falcó pasó la noche en casa de su madre, Isabel Preysler, mientras que Íñigo lo hizo en su domicilio de Madrid. Llegado el gran día, la marquesa de Griñón comenzaba a primera hora con los preparativos mientras que el empresario se reunía con amigos y familiares para celebrar sus últimas horas como soltero.
Los horarios de la boda estaban milimetrados, aunque finalmente la ceremonia se retrasó unos 45 minutos. Desde la misma revista cuentan que Íñigo Onieva no pudo evitar las lágrimas al ver aparecer a su futura mujer vestida de blanco. Este no dudaba en ayudarla para que no se pisara el vestido, y la quiso tener muy presente en su estilismo a través de unos gemelos con la forma de su inicial, la letra T.
Tras la feliz celebración, los novios ponen rumbo a su luna de miel, que les llevará hasta Australia. La duración inicial del viaje era de un mes pero lo han tenido que acortar debido a un compromiso.
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