Y lo hizo para referirse a «la capacidad que nos permite no identificarnos demasiado con el sufrimiento del otro» , tal y como explican desde niusdiario.com y aquí la clave está precisamente en la palabra «demasiado».
El médico la definió entonces como, «un proceso mental voluntario de percepción y exclusión de sentimientos, actitudes, pensamientos y motivaciones inducidas por otro”. Algo así como lo contrario de empatía, aunque para los expertos en mejor describirla como «el límite de la empatía o incluso como una actitud complementaria a esta».
Sin embargo González de Rivera explica que «La ecpatía no es lo mismo que la frialdad, indiferencia o dureza afectiva característica de las personas carentes de empatía».
Si regulamos bien ambas, empatía y ecpatía podremos ofrecer la respuesta adecuada y el apoyo a la persona que necesita consuelo, algo que no tiene nada que ver con ser frío, antipático o insensible con los demás.
Además la ecpatía nos ayuda a impidir que» la identificación con el sufrimiento ajeno nos lleve a olvidarnos de nosotros mismos», es decir, puede ser un mecanismo regulador de la empatía que nos proteja de sufrir trastornos emocionales más graves, además de ayudarnos a protegernos de los demás y de posibles manipulaciones a las que nos puedan someter.