Desde el mismo medio explican que los investigadores «tomaron muestras de sangre tanto de pacientes como en algunos casos de ratones antes, durante y después de estos acontecimientos, y evaluaron la edad biológica que arrojaban estas muestras mediante el uso de ‘relojes biológicos’: mediciones de la metilación del ADN, una serie de cambios moleculares en el ADN celular que indican un mayor riesgo de morbilidad (padecer enfermedades) y mortalidad.»
Y vieron que en todos los casos, había indicaciones de que la edad biológica se incrementaba en situaciones de estrés fisiológico severo, aunque la buena notica es que también observaron que cuando la situación se resolvía, este mismo parámetro volvía a sus valores base. Envejecer depende de estos factores también.
Aunque los autores del estudio también han subrayado que no todos los sujetos recuperaban su edad biológica a la misma velocidad o en el mismo grado y además hacen hincapié en que «los relojes empleados son biomarcadores: signos que reflejan la edad biológica, pero que también pueden estar impulsados por otros factores no identificados».
El autor principal del trabajo Vadim Gladyshev de la división de genética del Hospital Bingham (estados Unidos) ha explicado a The Harvard Gazette, que estos hallazgos, «desafían el concepto de que la edad biológica puede sólo incrementarse a lo largo de la vida de una persona», y añade que «sugieren que puede ser posible identificar intervenciones que podrían ralentizar o incluso parcialmente revertir la edad biológica […]. Esto significa que encontrar formas de ayudar al cuerpo a recuperarse del estrés podría ayudarnos a incrementar la longevidad y a envejecer más lentamente».
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