Y es que los niños también pueden sufrirlo. Por ello es importante que sepamos detectar sus síntomas para actuar lo antes posible. Los más frecuentes son cansancio, más sed de la habitual, sudoración y piel fresca y húmeda. Si el niño es más mayor puede quejarse de dolor de cabeza o tripa.
Ante estos síntomas es importante actuar rápido y llevar al niño a un lugar sombreado y fresco, darle líquidos no muy fríos lentamente, dejarle en reposo y tomarle la temperatura. Si a pesar de esto los síntomas avanzan y sube la temperatura corporal, debemos aplicar medidas de enfriamiento. Para ello aplicaremos agua fresca por el cuerpo incidiendo en las axilas e ingles y abanicándole para favorecer la transpiración.
El golpe de calor se produce cuando los mecanismos corporales reguladores del calor (evaporación del sudor) fallan. Esto hace que se acumule calor en el cuerpo, y es que la falta de sudor hace que nuestro cuerpo no mantenga su temperatura baja cuando está expuesto a altas temperaturas. Por eso, si la temperatura sube a 39,5 en la axila y el niño no tolera los líquidos, debemos ir a urgencias.
Aunque sin duda lo más eficaz es evitar llegar a esto, para ello hay algunas cosas que podemos hacer, como tenerles en un entorno fresco y a la sombra la mayor parte del día, darles abundante agua, limitar el ejercicio y los juegos en las horas centrales del día, darles baños fríos o tibios, utilizar ventiladores o aire acondicionado los días muy calurosos, ponerles ropa ancha, ligera y de colores claros y no olvidarnos de ponerles gorro.
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