Aunque se descubrió en 1771, hasta un siglo después no se usó por primera vez en un parto. Es un gas inhalable que contiene 50% de oxígeno y 50% de óxido nitroso y que, tal y como explican desde Nius Diario, «funciona neutralizando las transmisiones nerviosas cerebrales, entre ellas las del dolor. Al inhalarlo, la mujer siente un mareo y relajación agradables que puede dar lugar a la risa cuando no hay dolor. En el parto, dispone de una máscara con una boquilla enganchada a una pulsera en la muñeca.»
Uno de estos hospitales donde ya se administra desde 2016 el Entonox en nuestro país es el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Anna Ramos de Luis, una de las comadronas que trabaja allí, que además es supervisora de ginecología y obstetricia, explica en el mismo medio: «Lo usamos a diario como analgesia obstétrica en las primeras fases del parto, siempre que la mujer lo quiera. Es muy útil para las gestantes que no desean la epidural o cuando las técnicas no farmacológicas no sean suficientes a demanda de la mujer. Con este ‘gas de la risa’ las mujeres siguen notando el dolor, pero su capacidad de tolerarlo es mayor».
La profesional destaca entre las ventajas del Entonox que «si al final quieren la epidural porque el dolor se agrava, con el gas se ha conseguido demorar la anestesia y se consigue instaurar mejor el trabajo del parto ya que es más natural y está menos condicionado por otro analgésico».
Además, explica que es completamente seguro para la madre y el niño, dura poco más de un minuto en el organismo cuando se deja de inhalar y es más barato que la epidural para el sistema sanitario, se puede administrar de manera flexible y la mujer puede caminar durante el parto, estar sobre una pelota de pilates o en una bañera. En definitiva «es mejor y más natural, y la satisfacción de la mujer aumenta».
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