De nuevo volvemos a hablar de Harvard y sus estudios en este caso hablamos de uno que ha durado ocho décadas y del que sus autores han deducido a qué edad se alcanza la máxima felicidad vital. La conclusión parece clara, a partir de los sesenta años. Te lo contamos.
Desde 20Minutos explican como se realizó el estudio, para el cual «se ha seguido de cerca la vida de dos generaciones de individuos de las mismas familias de Estados Unidos y se han hecho miles de entrevistas, además de recopilar tubos de ensayo con su sangre, datos sobre su salud física y mental e incluso se han recibido donaciones de algunos cerebros.»
Pero hay más conclusiones del mismo, que por cierto han plasmado en el libro ‘Una buena vida’ (Planeta), su tercer director, el psiquiatra Robert Waldinger y el psicólogo Marc Schulz, como que «todo el mundo puede dar giros positivos a su vida» y que lo que marca «una buena vida» es la calidad de las relaciones.
¿Sabías que…
Un estudio, realizado entre 1.500 personas de 18 y 65 años, pone de manifiesto que el inicio de la edad adulta (entre los 15 y los 18 años) es para algunos considerada como la etapa más triste de sus vidas (por un 13% de la muestra).
Además ambos concluyen que la infancia y el barrio en que te criaste no marca tu destino, además de que la soledad es dolorosa y que vivir rodeado de relaciones cariñosas protege nuestro cuerpo y nuestra mente. Y es que parece claro que a mayor edad mayor felicidad, algo que sucede porque somos emocionalmente más sabios y «esa sabiduría nos hace florecer», además priorizamos lo que nos alegra además de que «tenemos el sentido de los límites de la vida y de que la muerte es algo real, y eso nos hace más felices porque cambiamos nuestras vidas. Nos quitamos obligaciones de encima, amistades que no nos hacen felices o reuniones que no nos gustan».
Además el profesor de psiquiatría constata que la gente más feliz es la que mantiene sus relaciones y por ello recomienda cuidar esas relaciones activamente y practicar la buena forma social, «todos nosotros estamos conectados a todo el mundo y necesitamos de los otros», explica.
Respecto a la soledad, este y otros estudios afirman que es muy peligrosa físicamente ya que hace que «las enfermedades de la vejez como diabetes, enfermedades de las articulaciones o cardiovasculares, se desarrollen más temprano y de forma más severa». Algo que atribuyen al estrés y a la imposibilidad de contar lo que nos pasa, «cuando me puedo quejar con otra persona puedo sentir que el cuerpo recupera su equilibrio; la persona sola no puede calmarlo, mientras que la que tiene relaciones sí», matiza.
Ahora el equipo de psicólogos que dirige Robert Waldinger, continúa el estudio recogiendo datos de los hijos de los primeros entrevistados, a los que se pregunta sobre el uso de redes sociales y los efectos del covid, entre otras cosas.
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