Su nombre es metamizol pero se comercializa bajo el nombre de Nolotil, es un analgésico que se utiliza para el tratamiento del dolor agudo moderado o intenso post-operatorio o post-traumático y que ahora está dando ‘que hablar’ tras prohibirse su uso en varios países como Reino Unido, Estados Unidos, Australia o la India.
La razón es la agranulocitosis o neutropenia, uno de los efectos secundarios que puede producir el medicamento y cuya incidencia sin embargo, no se distribuye de forma homogénea en la población. Algo que hizo que incluso la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), revisara sus recomendaciones para el uso del metamizol en 2018.
La agranulocitosis es una enfermedad «que reduce los glóbulos blancos y aumenta el riesgo de infecciones mortales», explican desde La Razón. Desde el mismo medio aluden a la formación de la Asociación de Afectados por Fármacos (ADAF), «que se ha propuesto denunciar los daños provocados por el medicamento y exigir medidas para proteger a la población de sus efectos secundarios». Los síntomas de la agranulocitosis «pueden incluir fiebre, escalofríos, debilidad, dolor de garganta, llagas en la boca o en la garganta, sangrado de encías, dolor de hueso, presión arterial baja, latidos cardíacos rápidos y dificultad para respirar», añaden desde 20 Minutos.
Desde la ADAF explican a su vez que, «el Nolotil ha demostrado tener efectos secundarios devastadores, como amputaciones, fallecimientos, reacciones alérgicas graves, choque anafiláctico, agranulocitosis, daño renal o hepático, sepsis, fallo multiorgánico…». Y se ha presentado una demanda de derechos fundamentales, alegando que «el Ministerio de Sanidad y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios se han negado a investigar numerosos casos de daños relacionados con el Nolotil», según explican desde La Razón.
La asociación además quiere proteger los derechos de los ciudadanos extranjeros, especialmente británicos, que consumen Nolotil sin saber que en su país de origen se ha retirado. Y es que ya se ha documentado que «estas variaciones en el riesgo de incidencia del efecto secundario en cuestión, y concretamente una mayor susceptibilidad por parte de personas originarias de Reino Unido, Irlanda y Escandinavia», explican desde el mismo medio. Aunque todavía no se sabe cuales son las razones de estas diferencias.
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